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Cuento de Pueblo Chico

#Cuento: El DT de mujeres

¿Qué hace a un buen entrenador de fútbol femenino?

¿Qué hace a un buen entrenador de fútbol femenino?

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

A Álvarez, con cuarenta años y ya alejado del futbol amateur, le llegó lo que parecía ser una interesante oferta deportiva. Su mujer junto a un par de sus amigas, le pidieron que las prepare como DT de un flamante equipo de futbol femenino. Primero se negó considerando que ya había pasado su tiempo de correr alrededor de una cancha y lo único que quería por estos tiempos, era descansar y mirar el soccer desde su casa. Pero aquella noche no le quedó otra que decir que sí cuando su esposa enojada durmió del otro lado de la cama dándole la espalda.
Así fue como Álvarez se puso la responsabilidad en sus hombros y su esposa se encargó de juntar a vecinas y amigas del barrio y comenzaron con el entrenamiento. Por aquellas noches, no quiso compartir nada de su nueva tarea con sus compañeros del bar La Tablita, puesto que sabía que se le iban a reír. Pero llegó al bar Mendieta, cuya señora también estaba en el seleccionado, y a los gritos lo felicitó por el desafío. Y todos los que estaban junto a él en la mesa, lo miraron.
“Vos estás loco, Álvarez, ¡cómo se nota que te gusta renegar!” - manifestó uno de sus compañeros que por años compartían las charlas nocturnas de bar. “No es nada de otro mundo” – trató de defenderse Álvarez ante el consejo de algunos amigos que le pidieron a que desista de la tarea. Solo uno, Mendoza, se le acercó para estrecharle la mano y ponerse a su disposición: “contá conmigo, Álvarez. Y más si llegas a necesitar algún masajista o preparador físico.”
Al día siguiente, en el potrero del barrio, Álvarez llegó alrededor de las catorce horas esperando el arribo de las jugadoras. Por momentos se apoyó en el arco pisando la pelota sin más que cuatro niños que hacían un picadito entre ellos. Pero cuando ya estaba por retirarse del predio, comenzaron a llegar unas treinta chicas, entre ellas su esposa, vestidas como jugadoras profesionales: con camisetas de Boca, de River, de Independiente y dos con remeras de Hello Kitty. “Rajen de acá que ahora vamos a entrenar nosotras” – corrió una de ellas a los niños que huyeron despavoridos mientras se alzaba las medias y comenzaba a calentar los músculos de sus piernas.
“Bueno…” – manifestó Álvarez ante la mirada de su plantel que estaba muy dispuesto a recibir las primeras órdenes del entrenamiento; “vamos a comenzar a correr alrededor de la cancha.” Las chicas se miraron entre sí y su esposa tomó la voz como capitana, “querido, queremos jugar primero un partido… no queremos correr, no estamos en condición para eso.” Fue allí que entonces Álvarez dejó la pelota a un lado e indicó que se iba a retirar del predio y abandonar la tarea, sino acataban sus órdenes. Entonces las chicas comenzaron a correr aunque, algunas, renegando de la situación.
Luego de unas diez vueltas las chicas se sentaron en semicírculo ante la mirada del técnico que ahora tenía el primer desafío: armar dos equipos para verlas jugar y terminar luego, seleccionando a las titulares. “No, yo con ella no juego porque es un queso”; “Con ella ni loca juego, porque es bostera”, “Yo quiero jugar con la Zulma porque somos primas” – éstos y muchos planteos comenzaron a surgir entre ellas casi como en un interesante debate de la ONU. “Acá los armo yo” – puntualizó el DT dejando boquiabierta a más de una.
Ya conformado los dos equipos y quedando algunas pocas a un costado como suplentes, las chicas acomodaron sus vestimentas y se ubicaron en las posiciones que Álvarez les indicó. “Yo voy de nueve o no juego nada”- le pidió su mujer de manera sutil sin que nadie los escuchara. Así que ubicó a su amada como delantera y tras el pitazo, comenzó a rodar la pelota ante la mirada de los vecinos que se arrimaron al potrero para presenciar el encuentro.
El partido se desarrollaba con normalidad ante la mirada del técnico que tomaba anotaciones y hacía movimiento de jugadoras para evaluar sus posiciones finales asegurando el buen desempeño. Años atrás había entrenado unos equipos de las infantiles de un importante club de la ciudad; pero se daba cuenta que esto era diferente… aquí había garras que debía limar para llegar bien lejos incluso con mucha pasión hasta el punto de festejar un gol saltando abrazadas entre compañeras y correr luego a gritarlo contra el alambrado que las separaba de los espectadores.
Entre el público estaba el marido de Ángela, defensora de uno de los equipos; quien sutilmente se acercó al alambrado para alentar a su esposa que se preparaba para sacar un tiro de esquina. “Mi vida, mi sol… pateá al medio, dale” – la alentó. Pero en cuestión de segundos, Ángela dejó el balón quieto en el piso y se acercó al área del arco para empujar a una jugadora del equipo contrario: “¿Qué haces mirando a mi marido?” –le preguntó y su empujón provocó la pelea entre todas las jugadoras que terminaron tomadas de sus cabellos. Incluso la esposa de Álvarez estaba montada sobre otra jugadora mientras la golpeaba en la cabeza. Y allí a pocos metros, estaba el Dt haciendo las últimas anotaciones y formando el equipo final.
Cuando Álvarez, que nunca se mostró conmovido por la violencia, pitó y las chicas soltaron el cabello de sus compañeras, se acomodaron la ropa y se presentaron frente a su entrenador. En el área no quedaba más que la polvareda y mechones de cabello. Y ante la mirada del DT, las jugadoras optaron por estrecharse sus manos en demostración de unidad femenina: “Voy a anunciar el equipo” - dijo el técnico, “esto recién empieza.”
Frente a unas treinta chicas jugadoras amateur, Álvarez informaba el equipo oficial. Unas treinta mujeres del barrio se habían dado cita esa tarde en el potrero con el sueño de integrar el plantel, pero el Dt las había visto jugar y sin más acotaciones, estaba dispuesto a trabajar solamente con las mejores. Y llevando el anotador frente a sus ojos, comunicó el conjunto que incluyó a su amada esposa en la posición de delantera.
“Bueno… nos encontramos mañana; ahora nada de jugar y vayan a descansar” – indicó Álvarez retirándose de la cancha. Pero sus jugadoras, no conformes con recibir órdenes de ningún hombre improvisaron un picadito: “ni mi marido me da órdenes, ¡que no piense Álvarez que le voy a hacer caso!” – murmuró una de las mujeres a su compañera mientras hacían rodar la pelota. A los cinco minutos, esta misma saltaba para cabecear la pelota y al caer, golpeaba con sus pechos, en la cara, a una compañera provocando su desmayo.
Ya en su casa, Álvarez planificó alguna táctica de entrenamiento ante la mirada de su esposa que terminaba de preparar la masa para los fideos caseros. “¿Y querido, cómo juego yo?” – le preguntó con el palo de amasar en sus manos. El Dt optó por resguardar su vida diciéndole que era lo más parecido a Messi que había visto en su historial deportivo, “amor… ¡sos un crack!” Pero la mujer siguió con su trabajo: “Seguro que me mentís para quedar bien” – manifestó. Álvarez quedó sin palabras.
A la tarde del día siguiente, el flamante entrenador llegó al potrero donde una de las jugadoras terminaba de colocar al costado del arco, un potus. “Esta cancha necesita más vida” –le manifestó la señora que vestía una camiseta de Rosario Central a su entrenador quien sabía que ante el primer pelotazo la planta no habría de sobrevivir en ese lugar. Y comenzaron a llegar las demás jugadoras, entre las cuales se encontraba Ángela que trajo la nueva a su Dt: “Rita no jugará más porque ayer quedó desnucada al recibir un tetazo de la Yuli”. Álvarez quedó desconcertado pero no habiendo otra alternativa llamó a una mujer que se encontraba detrás de los alambrados. invitándola a que se sume al equipo.
Pero antes de que la nueva integrante se sumara a la cancha, su mujer se le acercó al Dt: “¿Por qué la elegiste a ella? ¿Es acaso más linda que yo? Seguro que por eso la elegiste a ella” – le recriminó. Álvarez se agarró la cabeza sin poder defenderse en primeras instancias hasta que su amada se sumó a la corrida de las demás muy enojada. Y cuando ya hubieron precalentado, les pidió que se sentaran en semicírculo para dar una charla táctica antes del partido.
Álvarez siempre de pié no lograba iniciar su charla dado que sus jugadoras no emitían silencio. Optó por hacer sonar su silbato logrando callarlas pero antes de comenzar a hablar, la última incorporación al plantel saludó con sus manos y se retiró ante la mirada de todas. Y antes de que el Dt pregunte el motivo de su ida, una de las jugadoras le indicó que se retiraba por problema femenino: “profe, no podrá seguir corriendo, así que se retiró”.
“El domingo tenemos un amistoso pero necesito que no haya ninguna baja más en el equipo o hasta acá llego yo” – manifestó Álvarez muy serio ante la mirada de sus jugadoras; “conseguí un partido con un equipo de Fighiera así que necesito que todas se pongan las pilas.” Fue allí que antes sus palabras, algunas lagrimearon viendo que se encontraban frente a una oportunidad histórica de sus vidas y muy esperada. “Yo pensé que nunca iba a jugar un partido” – expresó Yuli mientras secaba sus lágrimas aunque al rato el Dt le informó que no estaba convocada para el encuentro.
Pero Yoli no se conformó con retirarse del potrero algo triste sino que convocó a un par de amigas para hacer una manifestación detrás del alambrado para repudiar la discriminación. “Ni una menos” – comenzaron a expresar algunas chicas frente a la mirada desorientada del entrenador que intentaba explicar el armado del equipo. Pero cuando la presión externa comenzó a aumentar casi rozando la violencia en el lugar, Álvarez no pudo escapar de la situación y tuvo volver a incorporar a Yuli ante el aplauso de las manifestantes.
Y para cuando el equipo inició un partido informal de práctica, nuevamente su mujer se le acercó para cuestionarle: “¿Por qué volviste a elegir a Yuli? ¿Acaso es más linda que yo?”. Fue allí cuando su amada pegó el portazo y se retiró del predio ante la mirada del Dt que por el momento se cuestionó por la decisión de haber asumido el compromiso de llevar a ese diferente equipo. “¡Vamos, profe! Confiamos en usted que seremos ganadoras el domingo” – manifestó otra de las jugadoras que intercambiaba pases con su par.
La práctica terminó y Álvarez tomó sus pelotas para irse en dirección a su casa. Llegó y para su sorpresa, las cosas no eran las más esperadas.
Cualquiera diría que dirigir un equipo de futbol es cosa simple, salvo cuando se trata de un plantel femenino y entre ellas, está la esposa del DT. Como es el caso de Álvarez, que tras la petición de su mujer y un par de sus amigas, se puso al hombro la tarea de dirigir un amateur equipo de barrio preparándose para un encuentro con pares de la localidad de Fighiera. Y lo que el buen hombre no se esperaba, era que su amada le haría una escena de celos abandonando el seleccionado tres días antes del partido.
“No me podes hacer esto” – le solicitó Álvarez apenas llegado a su casa y mientras dejaba a un costado, la utilería de entrenamiento; “la número 9 es tuya”. Pero su esposa le cuestionó que había mirado en demasía a alguna de sus compañeras; “le pasaste una botellita de agua a la Mari y a mí, nada.” Y fue entonces que el DT apeló al poco romanticismo que le surgió de repente, hasta finalmente convencerla a sumarse nuevamente al equipo y celebrar la decisión con una noche romántica.
Al día siguiente, por la tarde, el equipo se dio cita frente al Anfiteatro para correr y entrenarse en las diferentes cuadras que conforman el boulevard. Las chicas corrieron varias vueltas al nivel de las exigencias como cualquier deportista, hicieron ejercicios sobre las estructuras de gimnasio y algunas, terminaron por quedarse cerca de la estación de trenes donde se sometieron a pequeños golpecitos en sus espaldas con la promesa de ser curadas de todo mal. Y así regresaron a sus casas esperando el encuentro del día siguiente frente a sus pares de Fighiera.
Después de subirse todas a la M Verde, las integrantes del equipo comenzaron con sus canticos de cancha mientras que Álvarez se permitió estar sentado solo en los primeros asientos y argumentando que las conocía poco y nada. Otras en cambio, se sentaron juntas para ponerse al día de lo que estaba aconteciendo con los protagonistas de Las Mil y una Noche; y Entre Caníbales. Hasta que llegaron a Fighiera y descendieron en la parada más próxima al predio donde desarrollarían el encuentro y allí el DT aprovechó el momento para sacar de su bolso, un juego de camisetas; unas similares a la de Rosario Central que había conseguido en calidad de préstamo de un equipo de la copa organizada por un canal de televisión.
“Ni loca me pongo esos colores” – argumentó Yoli a sus compañeras, “nací y moriré leprosa.” Y aunque por varios minutos sus compañeras intentaron convencerla sin éxito, finalmente optó por ponérsela al revés al momento en que llegaban a la cancha y vio que el equipo rival vestía de una camiseta con colores similares a la del Barcelona.
Al instante arribó al predio un retirado árbitro que generosamente había aceptado dirigir el partido tras el pedido de su amigo, Álvarez, a quien conocía de años cuando era director técnico de las inferiores de un club de Arroyo Seco. Y cuando todo estaba en condiciones, las jugadoras se ubicaron dentro de la cancha y sonó el silbato.
Comenzó el encuentro y Álvarez no paraba de asombrarse por la agilidad y fortaleza de una de las jugadoras del equipo local, una chica que no se cansaba de correr a una velocidad considerable y con una táctica indiscutible. Incluso esta jugadora hace el primer gol a los tres minutos de iniciado el partido desde un tiro libre ejecutado desde el centro de la cancha. Y allí fue cuando al DT las cosas no le cerraban en la conformación del equipo contrario.
Segundos luego del festejo del gol y para cuando todas las jugadoras se preparaban para el saque desde el medio de la cancha, la flamante goleadora gritó y Álvarez le grita al árbitro que detuviera el partido. Y para sorpresa de todas las visitantes, aquella jugadora no era más que una travesti infiltrada en el equipo figuerense.
Allí fue cuando Álvarez intentó que anularan el gol, expulsaran a esa jugadora o suspendieran el encuentro, caso contrario. “No hay que discriminar” – se defendía la goleadora. Pero Álvarez argumentando que su presencia era ventajosa para el equipo local, y sin que el árbitro no pudiera mediar entre las partes; las jugadoras de Arroyo Seco terminaron por agredir a las rivales convirtiendo el encuentro en un ring de kingboxing. Y a la media hora, las arroyenses terminaron en la seccional de policía de la vecina localidad mientras que Álvarez salió en libertad rápidamente pero tuvo que enfrentar una manifestación frente a la dependencia de cientos de travestis contra su acto discriminatorio.
Fue así que Álvarez decidió nuevamente alejarse de la dirección técnica aunque tuvo que comprar un juego de camiseta nueva para el equipo que le había prestado la vestimenta pre encuentro. Y las chicas del barrio se conformaron solamente con picaditos entre ellas con el deseo, lejano de alguna manera, de volver a encontrar otro DT que las guiara por la senda correcta.

Fuente: Publicado en La Posta Hoy

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