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Cuento de Pueblo Chico

#Cuento: De policías y ladrones

¿Puede haber amistad entre los policias y los ladrones?

¿Puede haber amistad entre los policias y los ladrones?

Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.

Casi corriendo el agente Cansuela subió la escalera de la comisaría y entró a la oficina del comisario.
“Jefe, ¡hay una vieja en el teléfono que dice tener un sospechoso saltando la pared del patio!” – le informó el empleado a su superior.
El comisario, que aún permanecía con los pies sobre su escritorio y con el control del televisor en sus manos, adoptó una expresión como de preocupado. Aquella era la cuarta llamada de la noche en la que una vieja llamaba preocupada al notar que un ladrón ingresaba al patio de su vivienda.
“¿Un sospechoso?” – preguntó el comisario, que jamás atinó ni a apagar la televisión, donde en ese momento transmitían un capítulo repetido de “Policías en Acción”, ni bajar los pies del escritorio.

En ese instante la puerta principal de la comisaría se abrió, obligando al agente Cansuela a descender para atender a una mujer de unos cincuenta años, agitada de tanto pedalear, muy asustada.
“¡Ay oficial! ¡Estoy muy asustada!” – le expresó al agente.
“¿Qué le ocurre Señora? ¡Tranquilícese!”
La señora logró sentarse en el banco de madera, se hizo la señal de la cruz ante la imagen de la Virgen y se dispuso a darle más detalles al empleado: “Iba cruzando la Plaza 9 de Julio en mi bicicleta y me salió un tipo que me pedía la bicicleta… Por suerte pude esquivarlo y me vine corriendo hasta acá… ¡Ay Dios mío, se me sale el corazón sólo de recordar la cara de ese degenerado.”

“Pero, ¿también quiso violarla?” – le preguntó Cansuela.
“No, no… ¡supongo que no le di tiempo!”
“Es que no tenía tan mal gusto” – pensó el agente, que estaba dispuesto a tomar nota de la declaración. “¿No va a enviar un policía a la plaza?” – preguntó la señora, mientras que extraía de sus pechos un pañuelo con el que se sacó sus mocos. “Tengo un móvil en el Puerto, otro en Acevedo y otro en Playa Hermosa” – dijo Cansuela, sabiendo que no había mucho para hacer; que en el tiempo que tardase algún móvil en llegar a la plaza el ladrón ya había robado tres bicicletas y encima tal vez violado a alguien, ese degenerado… Eso sí, a alguien más linda que esta señora.
“No puede ser… Soy socia de la cooperadora, mire, tengo el carnecito… ¡no puede ser esto!”

Allí sonó el teléfono de la seccional y el agente Cansuela no tuvo otra alternativa que acercarse al aparato para atender. “¡Seccional 27!”
“Hola… Escuché ruidos en el fondo de mi casa, me asomé por la ventana y creo que hay un tipo que está adentro de mi patio…” El empleado le tomó la dirección, colgó el teléfono y atinó a subir la escalera, pero fue frenado por la mujer, que aún seguía sacándose los mocos.
“¿Oficial, no van a enviar un policía a la plaza?”
Aquella no era realmente la mejor noche para Cansuela, el joven empleado provincial que hacía dos meses había egresado de la Escuela de Policías, no terminaba de pagar todavía su uniforme y encima vivía en San Lorenzo, por lo que tenía que viajar día por medio hasta Arroyo: “Ya le informo al comisario” – respondió.
Y con esta ya era la quinta interrupción que el señor comisario recibía con la misma situación. Apenas su súbdito abrió la puerta, lo miró y dijo: “¡Cómo se nota que sos nuevo pibe! ¿Qué pasó ahora?”
“Jefe, hay una señora que dice haber cruzado por la Plaza 9 de Julio cuando le salió un desconocido que quiso robarle la bici…”
“¿Se la robó?”
“No. Dice que tenía cara de degenerado…”
“¿La violó?”
“No, si viera la cara de esta vieja se va a dar cuenta de por qué no lo hizo.”
“¿Entonces?”
“Y llamó otra señora de pleno centro que dice tener un ladrón en el patio de su vivienda.”

El comisario saltó de su silla apagando el televisor y preocupado más que nunca por la información que le suministraba el agente dijo: “¡Esto ya es un quilombo! ¿Dijo un ladrón en pleno centro?”
Cansuela miró a su superior y le respondió positivamente con un gesto de la cabeza.
“¿Hacemos algo jefe?”
“Uno acá en la plaza… Otro en pleno centro… Otro cerca del hospital… Otro cerca del supermercado… Esto no da para más: los envío de dos en dos y se me dispersan como ratas…!”

Fuente: Publicado en La Posta Hoy

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