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Cuento de Pueblo Chico

#Cuento: Beneficios bancarios

¿Todos son beneficios los que parecen beneficios?

¿Todos son beneficios los que parecen beneficios?

Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.

Una entidad bancaria crea un nuevo seguro: ante una eventualidad lluvia, la compañía reintegra el dinero que se le pudo haber mojado a un usuario al salir del cajero automático. Y de manera automática, incorpora en el débito automático de todas las cuentas de sus clientes el costo por este seguro de diez pesos mensuales.
Alicia abona el seguro sin saberlo ya que no es usuario de home banking, y, al desconocerlo, termina por lamentarse el día que salió del cajero, bajo una fuerte lluvia, y perdió trescientos pesos que se le humedecieron en su cartera. No obstante, antes de aquel mal momento, el banco ya le había descontado, desde la creación de la cobertura, durante cinco años. Y ella nunca tuvo conocimiento.

Roberto descubre en la app del banco sufría esa quita mensual; entonces opta por llamar a la entidad bancaria. Busca en la guía el teléfono y lo marca en su celular; escucha una larga presentación y saludo de bienvenida y finalmente opta por una opción de las nueve que le ofrece el automático. Y luego de elegir la opción buscada, tuvo que esperar a ser atendido por un representante escuchando tres veces el ritmo de “Imagine” de John Lennon.
Cuando estaba a punto de cortar y luego de un mensaje grabado que le agradecía por haber aguardado, es atendido por una empleada que ante la consulta de qué se trataba ese descuento, termina por derivar la llamada a otro interno. Roberto vuelve a escuchar la melodía de “Imagine” hasta que es atendido en esta oportunidad por un empleado que vuelve a consultarle el motivo de la llamada. Y allí recibe la explicación: para dar de baja el cobro del seguro, debía acercarse al banco personalmente.
Como debía pedir permiso en el trabajo para hacer el trámite, sufrir la congestión del tránsito en el centro de Rosario, pagar el estacionamiento para su coche y esperar a ser atendido; mejor dejó todo como estaba y siguió sufriendo la quita consolándose de que se trataba solamente de diez pesos mensuales. Y cuando un día intentó cobrar el seguro por unos billetes que sacó del cajero y se le mojaron por un torrencial fuera del banco; no tuvo éxito porque la entidad argumentó que no había forma de demostrar que esos billetes fueron los que extrajo de la máquina y además porque la numeración de su domicilio no coincidía con la que el banco tenía en su sistema informático.

Angela, en cambio, decidió presentarse en la sucursal del banco tras haberse gastado setenta pesos del crédito de su celular en la llamada y charla con el representante de atención al público. Fue decidida a dar de baja el seguro en cuestión, aguardó media hora en ser atendida y finalmente, delante de una joven secretaria, presentó su inquietud. La empleada operó en el sistema informático y le dio de baja el débito automático pero antes de que se fuera, le ofreció otra cobertura mucho más completa a lo que Ángela accedió gustosamente. Y cuando se dispuso a ir a su casa, se dio cuenta que en el parabrisas de su coche tenía una infracción por aparcar libremente en un sector de estacionamiento medido.
Elvio retiró mediante cajero automático, los últimos doscientos pesos que le quedaban en su cuenta y salió corriendo para ingresar rápidamente a su auto mientras llovía a cántaros. En ese momento no se percató de la caída desde su billetera, de cien pesos que terminaron por mojarse completamente en el piso. Al día siguiente se presentó en el banco, dejó la evidencia y apeló al seguro que le venían descontando. Y así pasaron los meses y ninguna respuesta tuvo.

Pero sin deseos de rendirse, el hombre se asesoró por un representante de Defensa del Consumidor. Desde esta entidad intimidaron al banco a responder a su cliente por ese billete lila mojado. Y luego de cuatro años, tras muchos trámites burocráticos, finalmente la entidad bancaria le respondió el reclamo retribuyéndole en su cuenta el billete perdido pero que, descontado los gastos administrativos, quedó en un valor de sesenta pesos.
No obstante, Alicia, Roberto, Angela y Elvio, como miles de clientes, siguieron sufriendo la quita de los diez pesos mensuales por una cobertura que nunca quedó bien en clara ni tampoco merecía mucha explicación desde la entidad bancaría… entidad que, mes tras mes, solamente por este seguro, tenía una ganancia de novecientos mil cuatrocientos pesos.

Fuente: Publicado en La Posta Hoy

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