La Lepra celebró en su casa el título en el torneo Final. El Coloso desbordó de público y Lucas Bernardi levantó la Copa "Juana Azurduy". Hubo entrega de medallas a los futbolistas y se dio la esperada vuelta olímpica, con ovación para el equipo y para el Tata Martino.
Como si alguien lo hubiese soñado, lo escribió y lo llevó adelante. Newell’s vivió una fiesta de campeón tan colosal como inolvidable. Tras la consagración del miércoles por la derrota de Lanús con Estudiantes y la histórica caravana del aeropuerto al parque Independencia, este domingo los festejos se multiplicaron, con el gusto especial de hacerlos todos juntos en casa.
Los hinchas en familia, los jugadores con los suyos, los dirigentes y tantas glorias leprosas coincidieron este domingo en el estadio Marcelo A. Bielsa para desatar un festejo a la medida de un gran equipo: este Newell’s del Tata Martino que no solo se llevó el título, sino también el reconocimiento unánime de todo el fútbol argentino.
El partido ante Argentinos fue apenas una excusa. Para cumplir con el calendario y para reunir a todo el pueblo leproso. El viernes, en apenas cuatro horas, los hinchas agotaron todas las entradas. Así, el Coloso rebalsó por las 40.800 almas que lo colmaron desde temprano y por los miles que se quedaron afuera, en las inmediaciones, con el gusto amargo por no poder entrar pero con la esperanza de que lo mejor estaba por llegar.
Era el día que nadie quería perderse. Ni siquiera el plantel, ese equipo formado a partido el sentido de pertenencia por un club que los formó, les dio las herramientas para afrontar la vida, triunfar en el exterior y ahora volvieron para salvarlo del descenso y forjaron una estrella más.
“Camino al estadio. Llegó el día más esperado, el día más soñado, sólo hay que disfrutar de este día tan maravilloso. ¡Que este domingo no se termine nunca!”, escribió Maxi Rodríguez, en sucesivos mensajes que envió desde su cuenta de Twitter.
“Sin ustedes nada hubiera sido posible”, rubricó Bernardi, que subió una foto de su mujer y sus dos hijas con las camisetas. “Cuántos recuerdos. De momentos difíciles, de querer dejar, de seguir peleando, de luchar, de seguir por el sueño de chico. Mis viejos, mis hermanos...", siguió.
Una tarde de “orgullo y gloria”
La caída ante el Bicho de Caruso Lombardi poco importó. Claro está, la cabeza estaba en otra. Literalmente. Nacho Scocco, Kichu Díaz, Maxi Urruti y el Mudo Villalba aparecieron teñidos de rojo, la prueba de la promesa cumplida. A su paso, Pablo Pérez confirmó que se hará un tatuaje, pese al rechazo que le generan las agujas, según confesó en la transmisión especial de El Tres.
Mientras la pelota rodó, cada escena sirvió para el reconocimiento. A Heinze que lo vio desde afuera, a Pomelo Mateo por su entrega, a Guzmán por un semestre que lo consagró, a Bernardi por su apuesta y liderazgo y a la Fiera Rodríguez, que fue reemplazado en el complemento y dejó la cancha al borde de las lágrimas por la estruendosa ovación.
Tras el pitazo final del árbitro se desató la alegría. Los jugadores formaron una ronda el cancha y se desarmaron en la eufórica vuelta olímpica. No estuvieron solos: sus hijos ingresaron a la cancha y salieron las remeras alusivas. La de los padres, con la inscripción “orgullo + gloria 2013”; la de los chicos, con un “yo te vi campeón”. Y qué campeón.
Después de recibir la copa, Copa "Juana Azurduy”, Bernardi –que además fue el maestro de ceremonia para que el plantel salude a los hinchas– paseó el trofeo y lo compartió con el resto de los jugadores y el técnico. Aparecieron los papelitos detrás del escenario y el Colosos se vino abajo. Fue la coronación.
“Soy de Newell’s”, cantaron después, trepados sobre el travesaño del arco que da al hipódromo. La popular, colmada, enloqueció con ese equipo de hinchas leprosos que compartió el título con ellos.
“Se hace muy difícil jugar este tipo de partidos”, dijo el Tata Martino, al explicar el desarrollo de los 90 minutos. Visiblemente emocionado y distendido, el DT leproso fue el centro de los aplausos. Desde que sentó en el banco hasta que levantó la copa. Tal vez ése haya sido su gran momento: la besó y la exhibió con los brazos en alto a los cuatro costados de un estadio que no cedió en el reconocimiento para el gran artífice que goza de un privilegio único: haber sido campeón como jugador y entrenador.
“Olé, olé, olé, Tata, Tata”, fue el grito unánime para quien algunos ya se animan a discutir como la máxima figura de la historia rojinegra, inclusive por encima del Loco Bielsa.
Rosario, rojinegra una noche más
La salida del estadio fue larga y lenta. Primero, porque los festejos sobre el terreno de juego de extendieron a medida que crecía la euforia. Después, porque los jugadores ensayaron otra celebración íntima en el vestuario, con ex jugadores formados en el club, familiares e hinchas reconocidos, como Pablo Granados.
En ese tiempo, las calles se fueron poblando de banderas rojinegras, bocinazos y bombas de estruendo. En cada rincón de una ciudad sitiada, sonó el “dale campeón”.
El epicentro de ese tiempo, claro está, estuvo en la avenida Pellegrini. Recién pasadas las 19.30, la caravana salió desde el estadio con el plantel a bordo del micro descapotable y otra vez se formó la comunión.
“Que no esto no termine nunca”, repitieron todos. Es un baño de gloria para el mejor del fútbol argentino, que demoró una hora y media en recorrer la Pellegrini hasta avenida Belgrano y de allí encarar el tramo final hasta el Monumento.