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Cuento de Pueblo Chico

#Cuento: El millonario

¿Qué haces en Arroyo Seco si te ganas 9 de millones de pesos en el Quini?

¿Qué haces en Arroyo Seco si te ganas 9 de millones de pesos en el Quini?

Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.

Hace diez años Eusebio Jacinto López, de Arroyo Seco, fue el único y feliz ganador de 9 millones de pesos en una jugada de Quini 6. Cuando trascendió lo ocurrido, aparecieron en su casa movileros y periodistas de diferentes medios de la ciudad, pero teniendo un perfil bajo, Eusebio prefirió no dar notas por temor a no saber qué decir. Incluso no tardaron en visitarlo sobrinos y parientes de su finada esposa Eulogia, que hacía años no aparecían.
Fueron hasta su casa también promotores de seguros para viviendas y de alarmas domiciliarias. Eusebio los recibió muy atentamente, los escuchó y les respondió que lo pensaría. Pero como ignoraba las cuestiones de seguridad domiciliaria, dejó pasar aquellas interesantes propuestas.

Además fue a visitarle un viejo amigo concejal. Vino a ofrecerle, según se contó en el barrio, un negocio inmobiliario que parecía ser exitoso: algo así como lotear algún terrenito. Eusebio no dio respuestas al funcionario y le despidió a los abrazos y apretones de manos.
A los días de darse a conocer el ganador, le llegaron varias cartas debajo de su puerta. Algunas instituciones de la ciudad le solicitaban donaciones para invertir en atractivos proyectos. E incluso un funcionario de turno le propuso crear un semanario informativo con tintes oficialistas. Hasta un abogado se acercó a su domicilio buscando inversionistas para su futuro y nuevo club social.
Así Eusebio, durante un buen tiempo, recibió a diferentes personas en su humilde hogar escuchando diferentes propuestas de inversión o de colaboración. Propuestas que iban desde negocios, empresas, hasta crear un puente que atravesara toda la ciudad y uniera directamente los tres ingresos más importantes de Arroyo Seco. Pero a nadie dio una respuesta afirmativa, y a todos despidió con la siguiente frase: “lo voy a pensar.”

Pero cierto día Eusebio desapareció sin dejar rastros. Incluso se llevó de su casa a su perro, un mestizo de tamaño mediano, llamado Firulai. Primero se supuso que se trataba de un secuestro pero luego se dio por descartada la cuestión, ya que nadie había para que se le reclamase una recompensa. Así, cansado de oportunistas, este hombre se fue de la ciudad sin decir a nadie dónde se iba.
Meses más tarde, su casa quedó en poder del Estado y se terminó vendiendo a una familia de gitanos.

Días atrás alguien murmuró en la mesa de un bar céntrico que Eusebio Jacinto López había regresado a la ciudad pero con otra identidad y con un nuevo rostro, producto de costosas cirugías que se hizo en Buenos Aires. Incluso se comentó que su mestizo dejó de ser tal y que, gracias a las nuevas cirugías, se convirtió en un gran danés con pelaje diferente, respondiendo a otros nombre.
“¿Alguien sabe dónde lo puedo hallar?” – pregunto el edil que aún seguía buscando inversionistas para su proyecto inmobiliario.
“Se dice que anda en la ciudad… pero cómo saber quién es” – argumentó un abuelo a sus amigos, mientras arrojaba una bocha en el Club Don Orlando.
Los demás bochófilos se miraron entre ellos. La sospecha los tomó por sorpresa, quién podría negar que Eusebio, con cara nueva, no estaba allí entre el público camuflado como un camaleón entre las hojas para pasar desapercibido.

Hay quienes aseguran que Eusebio es empleado municipal, que de a ratos reclama aumentos pero bien tiene guardados sus millones debajo del colchón. Otros dicen que se trata de un kiosquero de barrio que guarda sus billetes en el cementerio, junto al ataúd de su finada esposa. Otros cuentan que se trata de un humilde vecino de un Fonavi, que atesora su riqueza enterrada en el patio de su casa.
¿Quién es y dónde está el verdadero Eusebio Jacinto López? – Es un misterio que difícilmente se revele en las calles de la ciudad. Es más, este cuento tampoco pretende hacer apología de su búsqueda: por lo tanto, no sospeche de ningún empleado municipal, no vaya a recorrer el cementerio buscando bolsas de dinero ni, mucho menos, sospeche de su vecino, que por las noches se dirige a su patio con una pala en la mano.

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