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Cuento de Pueblo Chico

#Cuento: El trabajador

Que bueno que haya gente buena.

Que bueno que haya gente buena.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Al momento en que ingresaban los niños a sus aulas, también ingresó un sencillo abuelo que caminó hacia la secretaría del Jardín de Infantes y pidió a una empleada, ser recibido por algún directivo. “Sí, abuelo, espere allí que ya será atendido por la señora directora” – le manifestó la empleada. El anciano aguardó unos minutos mientras observaba cómo los alumnitos ingresaban a sus clases guiados por sus respectivas maestras. Y finalmente, la directora del establecimiento lo saludo y le invitó a pasar a su oficina.
“Mi nombre es Joaquín” – se presentó el anciano tras tomar asiento; “y vengo para ofrecerme como portero del jardín.” La directora le expresó que justamente era lo que estaban necesitando aunque le aclaró que, al no ser un puesto habilitado aun por el Ministerio de Educación, recibiría un pequeño sueldo de la Cooperadora Escolar. Don Joaquín aceptó las condiciones argumentando que hacía poco había ingresado al país y que empezar a trabajar era importante para acomodarse socialmente. Y fue así como, entonces, la escuela tuvo su portero.
El anciano cada mañana abría la escuela mientras barría el patio y comenzaba a recibir a los primeros niños que no tardaron en reconocerlo y sociabilizarse con él. Incluso Joaquín les daba, en ciertas oportunidades, alguna que otra golosina al pequeño que se portaba bien y aceptaba las correcciones de las docentes. Y tras transcurrir una semana de su presencia, el abuelo era querido y respetado por toda la comunidad educativa y por las familias de los alumnitos que hablaban maravillas de el.
Incluso, gracias al aporte del anciano portero, los niños encontraron un toque más divertido en los jueguitos del patio escolar. Además de los ya instalados, Joaquín se ocupó de crearles nuevos túneles y laberintos para que los pequeñitos se entretengan en sus recreos escondiéndose y jugando a la mancha. Y él mismo se prendía en el momento de esparcimiento ayudándoles e indicándoles a los alumnos cómo esconderse y por dónde salir huyendo de sus compañeritos.
También la granja escolar tuvo su mejora. Don Joaquín, pasaba horas en silencio surcando el espacio y sembrando una y otra semilla con mucha pasión. Aun fuera del horario escolar, el portero dedicaba de su tiempo libre preparando el terreno para nuevas hortalizas. Y algunas docentes utilizaron la pequeña granja bien condicionada para desarrollar una actividad curricular y enseñar a sus alumnos las diversidades de plantas y vegetales: “esto es lechuga, esto es achicoria y aquello es tomate” – les indicaba el anciano siempre muy sonriente.
Pero además el hombre realizó trabajos de mantenimientos que favorecieron al establecimiento cuyos directivos no se vieron obligados en tener que contratar para ellos, a otra persona como lo hacían anteriormente. Reemplazó enchufes, acondicionó tomacorrientes y cambió lamparitas quemadas. Reparó sillas y mesitas torcidas o quebradas. Aplicó yeso en rincones y lugares de los muros internos dañados. Soldó y enderezó barrotes de las rejas principales del colegio para dar mayor seguridad a los alumnos. Colocó membranas en espacios donde se filtraba humedad de las aulas. Y aplicó pintura embelleciendo las paredes con diversidad de colores.
No solo eso, fue el principal organizador junto a los integrantes de la Cooperadora, de una cena con la finalidad de recaudar fondos para la construcción de una galería en el ingreso al edificio escolar. Cientos de familias se hicieron presentes a la fiesta donde la coordinación estuvo a cargo de Don Joaquín quién lideró a los parrilleros y mozos dando la mejor atención. También hubo aporte de publicidades y donaciones económicas. Pero antes del show musical, directivos tomaron la palabra y lo honraron con una plaqueta por todo su aporte al Jardín. Y el abuelo subió a recibirla muy emocionado mientras que era aplaudido por todos los presentes de pie.
Cuando pasó la cena, se hizo el balance financiero de la misma y la directora pidió a Don Joaquín que fuera a hacer el depósito de lo recaudado en la cuenta bancaria de la Cooperadora. Fue así como el anciano se preparó para salir del establecimiento con unos sobres en cuyo interior había algo más de noventa mil pesos. “Vaya tranquilo que la secretaria se ocupa de la puerta hasta que usted regrese del banco” – le había indicado la directora, pero Joaquín no regresó jamás.
Y a la media hora, cientos de móviles de policía federal rodearon el establecimiento educativo incluso dando lugar a que algunos agentes armados irrumpieran el techo del establecimiento reduciendo a docentes y alumnos con mucha precisión y rapidez. “¡Qué es todo esto! No se dan cuenta que aquí hay un Jardín de Infantes”- les indicó la directora a un federal encargado del operativo. Este policía pasó a informarle que había mucha certeza de que allí se encontraba trabajando el narcotraficante mexicano Joaquín Guzmán, quien hacía unos meses había ingresado ilegalmente al país. Y así era, cuando todo estuvo en calma encontraron en la granja de la escuela enormes plantaciones de marihuana y debajo del patio de juegos, enormes túneles que salían al exterior del colegio y conectaban con el interior de la bóveda de un banco céntrico ya vaciada completamente.

Fuente: Publicado en La Posta Hoy

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