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Narváez retuvo la corona supermosca

En pelea revancha, el argentino le ganó por puntos, en fallo mayoritario, a uno de sus rivales más duros. Y ya lleva once defensas del título.

Foto: La Voz del Interior

Foto: La Voz del Interior

Es bueno Omar Narváez. Muy bueno. Capaz de oxidar a cualquier rival que venga a querer hacerle sentir el paso del tiempo. Boxea como los que saben. Porque sabe. Sabe, por ejemplo, hacerse chiquitito para defender y, enseguida, agrandarse para sacar a volar su mano izquierda y estrellarla así de lleno en el rostro de su rival. Ayer, el Enano derrotó al mexicano Felipe Orucuta, un noqueador que ya lo había complicado en el Luna Park. Y retuvo por undécima vez el título supermosca de la Organización Mundial de Boxeo (OMB).

¿Como hizo Narváez para ganarle sin vueltas a un rival más poderoso, once años más joven, y diez centímetros más largo? ¿Cómo hizo el Huracán para hacer errar y errar a un retador que le descargó centenas de golpes a menos de medio metro? ¿Cómo hizo, al cabo, el campeón para boxear ante un desencajado mexicano que, a priori, pocas chances le daba de comprar sus clásicas fintas y visteos? No se pregunte cómo. Lo hizo. Una vez más. Porque la inteligencia le gana la fuerza bruta. Porque el boxeo es tiempo y distancia. Y Narváez sabe cuándo golpear y cuándo huir.

La pelea nunca estuvo en riesgo para Narváez. Porque el Huracán se topó con un rival que tiró mucho, pero que no estuvo fino. Como zurdo que es, el chubutense bloqueaba el jab de izquierda del mexicano con su guante derecho pegado a la cabeza. Y luego descargaba el cross zurdo a pleno, aprovechándose de un rival algo despatarrado . El pecado, quizás, de Orucuta fue haberse encimado tanto para descargar sus golpes. Así, se fue quedando sin recorrido para lanzar con mayor potencia sus envíos. Narváez, con sapiencia y elegancia, dominó el combate peleando de contragolpe, bloqueando mucho y pegando lo justo y necesario. Tan abrumador fue el dominio del campeón, que en los asaltos finales Narváez conectó sus mejores golpes.

Es más, en el undécimo asalto, Narváez hasta se dio el lujo de tomar el centro del ring, bajar la guardia, y hacerlo retroceder a Orucuta, que a esa altura parecía él tener 39 años, y Narváez, 29. Y en el último, emocionó a todos: conectó más de 10 impactos claros al rostro de un rival desconcertado.

Pasa el tiempo, y Narváez boxea cada vez mejor, es un caso digno de analizar el de este campeón que sueña con pelear en Japón con Daiki Kameda. ¿Se hará en diciembre la unificación? Quién sabe. Por lo pronto, Narváez tiene el reconocimiento de su país. Y el de los récords, porque llegó a las 27 defensas de su corona: 16 en mosca y 11 en supermosca. Igualó así el récord del histórico mexicano Julio César Chávez (9 en superpluma, 2 en ligero, 16 en superligero).

Los jueces vieron una pelea más ajustada. Nelson y Hecko: 116-112; y Rusell-increíblemente-falló 114-114. Fue una clase lo de Narváez, todos sus movimientos estuvieron friamente calculados. Así camina un hombre a la gloria.

Fuente: Clarín

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