El gobernador Antonio Bonfatti cuenta cómo vivió el atentado a balazos que sufrió el viernes pasado a la noche en su casa de Alberdi, Rosario. No duda de que tras al ataque están los grupos perseguidos este año.
Rosario.- Dos camionetas ocupan los primeros quince metros de la esquina de Darragueira y Gallo. Una es de la Gendarmería Nacional y la otra de la Patrulla Motorizada de Rosario. No se oyen más que los pájaros al caer la tarde en esa bella cuadra de Alberdi pero es notorio el cambio de aspecto. Seguramente por eso Antonio Bonfatti no deseaba una custodia policial. Aunque los motivos que la hacen inevitable se aprecian desde la vereda de su casa. Algunos de los 14 balazos que reventaron el frente dejaron marcas de hasta cinco centímetros de diámetro. El que perforó el vidrio esmerilado de la puerta de entrada es el que primero se impone.
Cuando los disparos arreciaron el gobernador estaba en un sofá frente a la TV a seis pasos del recibidor donde repicaron los plomos, arrancando pedazos de pared y astillas de una pequeña mesa. Su esposa, Silvia Troccoli, y una trabajadora doméstica estaban a dos metros, en la mesa de la cocina comedor. Los tres escucharon una explosión de duración imprecisa que los confundió. Hasta que fueron conscientes del peligro en el que estuvieron y que a 48 horas aún procuran metabolizar.
"Llegué a casa el viernes tras una intensa semana de trabajo. Silvia no estaba, así que empecé a cocinar yo, un arroz con bichos. Puse el partido de Argentina y Perú y cuando escuchaba un gol me iba a ver las imágenes al living. Me senté a ver los últimos veinte minutos y escuché un ruido que parecía ser de cohetes. Me pareció como que se caía un mueble en el vestíbulo y pensé que se había caído Silvia. Al asomarme vi caer astillas y mampostería al piso. Ahí tomé conciencia de lo que pasaba y le grité a mi mujer: "Tirate al piso". Yo también lo hice. Me habré quedado ahí como shockeado un minuto. Escuché voces afuera y salí a la calle. Eran los vecinos preguntando qué pasaba. Ahí comprobé el impacto de las balas. Ahora pienso que la ráfaga no habrá durado ni cinco segundos".
Cuando consiguió despejarse, cuenta, llamó al ministro de Seguridad, Raúl Lamberto, y al de Gobierno, Ruben Galassi. Llegaron enseguida junto al jefe de policía provincial, Omar Odriozola, la fiscal de Cámaras Cristina Rubiolo y la jueza María Luisa Pérez Vara. "Inmediatamente recibí llamados de todos lados. De la Nación me llamaron el jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina y el secretario de Seguridad Sergio Berni al que le pedimos refuerzos", dice.
¿Cuál fue el propósito? ¿Una intimidación demencial e inédita? ¿O algo más que hasta cuesta pronunciar? El gobernador medita y señala que lo piensa pero que no lo sabe. ¿Y con qué se relaciona este ataque? "La investigación tiene que hacerla la Justicia y la policía. Yo tengo una hipótesis política. Si sumamos la cantidad de personas de bandas violentas que pusimos presas en Rosario, en una acción conjunta con la Justicia y que no tiene antecedentes en la historia de la provincia, a esto que pasó lo asumo como una reacción frente al gobierno provincial. Pero ya lo dije. No me van a amedrentar ni hacer dar un paso atrás. Por el contrario. Ayer convoqué a los jefes policiales y les dije que redoblábamos la apuesta. Que voy por más. No cambió nada por lo que pasó. Vamos a avanzar con la reforma del sistema de juicio de delitos. Le pedí a la policía un esfuerzo sobrehumano, porque yo sé que ya están trabajando y mucho. Tienen que custodiar muchos puestos fijos, atender la intensa demanda de la población y colaborar con los jueces. Pero aún así les pedí redoblar la apuesta.
—En los últimos meses hubo intimidaciones de menor a mayor. Los mensajes pasaron a hechos como entrar a la casa de un policía colaborador de un alto jefe. Y de jefes policiales pasaron a un juez, un ministro y al gobernador. ¿Lo toma como una escalada?
—Si detrás de todos los casos estuviera el mismo grupo indudablemente que sí. Pero queremos que se haga la investigación correspondiente en la Justicia. Lo que marca la diferencia positiva, y quiero ser claro, es poder articular a todos los poderes públicos en la persecución del delito. Si no se coordina con la Justicia y fuerzas de otras jurisdicciones, me refiero a las federales, es difícil lograr resultados. Pero hay cosas valiosas. Hay jueces valientes que están amenazados por un trabajo comprometido. A partir de febrero los fiscales tomarán las investigaciones y habrá una policía específica para ello. Hay que saber que los cambios son graduales y que los hacen seres humanos. Es algo complejo pero dará resultados. Vamos a hacerlo.
—Estamos con un proceso de cambio en la Justicia, sin tradición investigativa de delitos complejos, con una policía en vías de reforma pero muy cuestionada. Redoblar la presión contra bandas criminales puede traer como contracara la posibilidad de que no haya eficacia en sancionarlas. ¿Pensó en eso?
—Como gobernador tengo que dar respuesta al delito. La estrategia al respecto no la voy a definir sino que lo hará la Justicia. Yo no sé si debe ser todo al mismo tiempo o un caso por uno. Sí me deja contento avanzar contra estas organizaciones. Si los que caen son criminales me parece un paso adelante.
—Es bueno dar esa respuesta pero también hay una expectativa social sobre que haya sanciones. ¿Cree que el sistema penal, tanto desde el Ejecutivo como el Judicial, tienen una estrategia para que haya condenas?
—Tratamos de aportar a eso. Yo sé que hay problemas con la policía que no son de ahora. Pero también hay en ella compromiso y voluntad de trabajo. Y la Justicia debe estar a la altura del desafío
—¿Qué le produjo este atentado en lo íntimo?
—Me hizo pensar en mi esposa. Y después en el necesario cambio de hábito. Soy un tipo normal. Nunca quise custodia. ¿Por qué voy a tenerla yo y no otro? Me gusta hacer los mandados en el barrio. Esto me limita. Ahora tengo custodia en la puerta y a los vecinos también les altera la vida.
—Es comprensible pero complicado. Usted no es una persona común. ¿No sé equivocó en eso?
—(Piensa) Tal vez me haya equivocado. Pero viví bien.
—En el acto del sábado en Gobernación se lo notó emocionado cuando agradeció a sus vecinos. ¿Por qué?
—Porque en ese momento de shock yo sentí que se jugaron. Ellos notaron la balacera porque vieron las motos y rodearon mi casa. Me pareció un acto de afecto enorme. Por eso me quebré.
—¿Y qué le pareció el acto de sectores multipartidarios en el medio de un proceso electoral?
—De una enorme madurez, en tanto somos todos conscientes de que este es un tema que no se puede partidizar, cosa que ocurrió en el pasado, y creo que todos crecimos en ese sentido. Fue una foto en donde eso queda plasmado. Ahora hay que pasar a los hechos. Esto significa coordinación entre Justicia Federal y provincial y agencias del gobierno. Si el narcotráfico es un delito federal necesitamos más efectivos federales en la provincia. Necesitamos operativos pero también más inteligencia sobre los grupos criminales. Hubo discordancias pero tuvimos reuniones con funcionarios federales. Yo ahora me voy a reunir con la procuradora (Alejandra) Gils Carbó. Lo que pasó nos hace madurar hacia la necesidad de aunar esfuerzos. Rosario no es un lugar aislado. La diferencia es que nosotros no escondemos nada.
—¿Lo dice por la cifra de homicidios dolosos? Vamos a terminar el año sobre los 200 casos y es un número inédito.
—Justamente. Ninguna provincia argentina da un dato de nada al respecto. Nosotros las cifras las divulgamos. Rosario no es el mejor ni el peor lugar. Es un lugar donde hay conflictividad y hay consumo de estupefacientes pero también un gobierno dispuesto a enfrentar el problema. Si hablamos de narcotráfico el problema excede lo nacional. Actualmente en Paraguay hay un juicio por el envío mediante barcazas por el río de toneladas de marihuana a Argentina. Esto hay que contralarlo y eso excede a la provincia. También es imprescindible la coordinación en relación al lavado del dinero de la droga en la economía legal. Necesitamos cruzar datos con la Afip y la UIF. Son organismos federales. Tenemos que trabajar juntos.
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