Suele ocurrir antes de los seis meses de iniciada la terapia clínica; la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial advierte sobre los riesgos de suspender las indicaciones médicas.
Una estimación conservadora de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA) revela que una de cada dos personas que se enteran de que son hipertensas está abandonando el tratamiento antes de los seis meses. Esa cifra podría crecer si se tienen en cuenta las recomendaciones de incorporar actividad física, bajar de peso, dejar de fumar o alejar el salero.
Al indagar, la mayoría lo hace porque empieza a sentirse mejor, no tiene síntomas o siente que los fármacos le hacen mal. Otros, en cambio, se olvidan o acomodan las dosis y los horarios según cómo se sientan. "Como es una enfermedad crónica que no da síntomas y quizás no cause problemas durante algún tiempo, es muy difícil que la gente comprenda que tiene que cuidarse por el resto de su vida sin haber tenido un infarto, un accidente cerebrovascular o ser diabético, y por algo que sólo se detecta cuando se toma la presión", dice el doctor Walter Espeche, miembro de la SAHA y responsable de la Unidad de Enfermedades Cardiometabólicas del Hospital San Martín de La Plata.
Una persona es hipertensa cuando sus valores constantes de presión sanguínea son iguales o superiores a 140/90 mmHg (la presión normal es 120/80 mmHg o menos). El aumento sostenido de la presión con la que la sangre recorre el organismo es el principal factor de riesgo cardiovascular. Lo acompañan el consumo de sal, la obesidad, el tabaquismo y la diabetes. Sin tratamiento, la hipertensión va dañando poco a poco la buena salud de las paredes arteriales y órganos como el cerebro, el corazón y los riñones.
En nuestro país, el 34% de los mayores de 18 años es hipertenso (el 50% a partir de los 65 años). Sin embargo, sólo un 13% se controla la presión de manera regular y correcta (ver infografía). Además, la mitad de los hipertensos ignora que lo es.
Desde la SAHA reconocen que la adherencia al tratamiento es actualmente todo un desafío en la prevención cardiovascular. El Estudio Nacional Sobre Adherencia al Tratamiento (Ensat), publicado hace ocho años en laRevista de la Federación Argentina de Cardiología, ya había hallado que el 52% de los pacientes abandonaban el tratamiento antes del año.
"Lo que se vio entonces es lo mismo que vemos en nuestra práctica diaria: los pacientes modifican las dosis, modifican los horarios de toma de los medicamentos o dejan de tomarlos, ya sea porque refieren efectos indeseables o porque se sienten bien o mal", comenta el autor principal del Ensat, doctor Roberto Ingaramo, ex presidente de la SAHA y miembro de la Sociedad Estadounidense de Hipertensión.
En el mundo, los estudios sobre adherencia revelan un panorama similar. "En la Argentina, sólo una de cada cinco personas con hipertensión tiene la presión controlada", señala el doctor Marcos Marín, miembro de la Comisión Directiva de la SAHA y cardiólogo de la Sección Hipertensión del Hospital Italiano de San Justo. Se sabe desde hace una década que la hipertensión podría controlarse en la mayoría de los hipertensos con un estilo de vida saludable y los fármacos disponibles.
En la revista Hypertension, un equipo internacional acaba de publicar que los hipertensos pueden estar mal controlados por dos motivos: porque no adhieren al tratamiento o la hipertensión es resistente a los fármacos. Pero esta segunda excusa se aplica sólo a un 10% de los casos.
"Un paciente no sigue el tratamiento por su personalidad, porque el médico no lo convenció lo suficiente o el sistema de salud le pone tantas trabas que se pregunta para qué insistir si es una enfermedad que ni siquiera sabe si la tiene porque no da síntomas", dice el doctor Martín Salazar, coordinador del primer estudio sobre adherencia en América latina de la SAHA y la Sociedad Brasileña de Hipertensión.
Explicó que la no adherencia al tratamiento tiene básicamente dos formas: por abandono y por olvido. "La más importante sería el abandono. Es difícil mantener un tratamiento de por vida de una enfermedad que no produce síntomas. Así que es común que los pacientes vayan dejando el tratamiento", agrega Salazar, jefe del Servicio de Hipertensión Arterial del Hospital San Martín de La Plata.
Allí, se dictan talleres gratuitos para pacientes con hipertensión y riesgo cardiovascular. Son cuatro encuentros de 60 minutos en los que se aprende qué es la hipertensión, sus riesgos, cómo tomar la presión correctamente y de qué se habla cuando se recomienda cambiar los hábitos de vida.
"Se van desterrando mitos y reforzando conocimientos", explica Espeche, que dirige los talleres (informes: (0221) 4251717 int. 359). "Los pacientes traen las etiquetas de los alimentos y aprenden a leer qué están comiendo y que la mitad del sodio que consumen ya está incorporado en el producto, como ocurre con el pan o una medialuna dulce, que equivale nada más ni nada menos que a dos fetas de jamón."
Poco a poco, allí se van desglosando cinco consejos considerados fundamentales:
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La concurrencia a esos talleres también muestra lo difícil que es mantener el interés de los pacientes. Los organizadores tuvieron que suspender cursos por falta de participantes. Y aun cuando esos consejos ayudan a reducir los valores de presión casi tanto como con un fármaco: 10 mmHg de presión sistólica (máxima) y 5 mmHg de presión diastólica (mínima).
"Era mucho, así que dejé todo"
Carina Casaburi decidió ir al médico porque siempre estaba con dolor de cabeza. Lo atribuía a problemas familiares, pero como sus papás son hipertensos prefirió consultar. El médico que la atendió entonces le habló de hipertensión y le recetó tres fármacos. "Era mucho, así que dejé todo. Me sentía mal, tenía palpitaciones y la presión por el piso", recuerda.
No tenía un médico de cabecera, así que se volvió a controlar la presión un par de veces más y "como estaba bien" se despreocupó. Pasó un tiempo y un día fue a trabajar con dolor de cabeza. "Mis compañeros no me vieron bien y me mandaron a tomarme la presión y la tenía alta de vuelta." Con su pareja dieron con su actual médico, que enseguida le indicó estudios, un tratamiento farmacológico y algunos cambios: una dieta "muy estricta", sin sal, actividad física y nada de fumar.
"Me medicó con la idea de ir reduciendo las dosis. Además, tenía que dejar de fumar, pero me cuesta mucho. Y tengo períodos en los que hago actividad física", cuenta Carina, empleada administrativa de 37 años. El médico le recomendó ir a los talleres para hipertensos del hospital y no lo hizo sola. Fue con su pareja, y aunque él no es hipertenso, empezó a cocinar sin sal y acostumbró el paladar a los nuevos sabores.
Aprovechan más el ajo, el perejil y condimentos con bajo sodio. Hasta hacen recetas que les pasan al médico por mail para compartir con otros pacientes. "En casa, tenemos el salero para cuando viene gente nada más", contó ella. "Ahora, recaí con el cigarrillo y me colgué un poco con el tratamiento. También con las consultas. Pero, en general, cumplo con la medicación, la dieta y el control de la presión."
Al principio, se había obsesionado con el tensiómetro. Se tomaba la presión cada tres horas. "Pero eso tampoco es bueno", aclaró. Como su pareja aprendió a tomar la presión, la controla en casa. Si no, ella lo hace en el trabajo. "En mucho -admitió- me cuido porque me insiste él.".
Del editor: por qué es importante.
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