Central jugó mal, perdió 3 a 1 con Douglas Haig en el Gigante y rifa cada vez más su prestigio. No encuentra el equipo y cede, por sus errores ante Rivales modestos. Russo confía en poder revertirlos.
Ya no se sabe cuál es la receta. Pero lo cierto es que no se puede continuar así, rifando prestigio e historia con un equipo que no es tal y arrastra todas sus dudas. Quién escribe no cree en eso de que se vayan todos, sino en separar la paja del trigo. En este informe de situación que se describe con derrotas y desesperanza, le hace falta la unión de los que aún se sientan vivos, con ganas de pelearla, asumiendo las responsabilidades con la debida autocrítica. Obrando con fe, pero también con celeridad. Central no puede perder tiempo, aunque lo necesario generalmente no va de la mano de lo urgente. Porque así quema todos los pergaminos. Ayer fue Sarmiento e iba la primera fecha. Hoy Douglas Haig y ya es la 11ª. Dos recién ascendidos que se merecen todo el respeto, pero que no pueden faltárselo en el Gigante, no al menos sin que le cuesta sangre, sudor y lágrimas, que no fueron el caso.
No hay equipo. Y si hubo algo para rescatar en la nueva caída canalla, fue que se pudo salvar el trigo joven. Los jugadores de la cantera canalla, en el peor momento futbolístico quizás de toda la historia, dieron la cara e intentaron cambiar la suerte. Mostrándose para pedirla, intentando jugarla con criterio y creando situaciones de gol, una concretada por Coniglio (ver "El 9...") tras asistencia de Domínguez. A ellos se les unieron esta vez "viejos" como Encina, aportaron ganas Ferrari y Valentini, Talamonti volvió mejor. Pero...
Pese a crear situaciones claras, como las de Encina a los 50 segundos, el remate en el travesaño de Coniglio o el mano a mano de Medina a los 45' tras una gran asistencia de Domínguez, Central fue un espanto en el primer tiempo. Desde el error táctico de Yacuzzi a los 6' que derivó en el gol de Aranda, hasta el regalo de un jugador que parecía amateur como Freitas y que Mazza no se sabe porqué no concretó, ofreció todas las ventajas posibles. Y lo peor es que, salvo las excepciones, no había rebeldía para cambiar el rumbo.
Russo, que falló poniendo un doble 5 defensivo, hizo la lógica en el complemento y sacó a los dos jugadores que difícilmente merezcan otra chance. Eso calmó las aguas, como el gol rápido de Coniglio tras un pase largo de Ferrari y una, esta vez sí, buena resolución de Medina para asistirlo. Pero fue sólo ese puro voluntarismo que tan bien sintetiza el delantero que usa la 10, sin una base que lo sustente. Bastaron dos nuevos horrores defensivos (ver página 6) para que se viniera abajo.
Russo esperó once fechas para rescatar a Coniglio y con él son tres los jugadores de inferiores en los que se tuvo que apoyar. También tardó en confiar de nuevo en Talamonti (¿hay mejores que él?). Se perdió con ellos en cancha también, sí, pero el técnico, que decidió que puede torcer este destino, debe tomar partido por ellos y por quienes se hagan cargo de empezar, de una vez por todas, la tarea dura de cosechar.