Con un gol de penal convertido por Ignacio Scocco a los 39' del complemento, la Lepra derrotó a los bahienses por la mínima diferencia. El equipo de Raggio fue dominador del juego pero rara vez llegó a inquietar a Champagne.
Lo buscó siempre. Eso no se le podrá reprochar nunca a este Newell’s. Claro que a veces los caminos no parecen tan claros. La cabeza se enturbia, las ideas son confusas y los rivales le hacen la cosa más difícil. Eso le pasó esta noche al equipo de Raggio. Que pese a que no tuvo su noche más lúcida, ganó. Y eso es, no ya lo único, pero sí lo primero que importa.
Debió trabajar 85 minutos la Lepra para sacarle ventaja a Olimpo, un rival que hasta el insólito penal de Villanueva lo esperó bien armadito y hasta no sufriendo demasiado. De hecho, contó con la misma cantidad de situaciones de gol que el rojinegro. Al mismísimo minuto de juego tuvola oportunidad más clara, pero Vuletich falló. Y al cabo, se va a Bahía con las manos vacías por la torpeza de su defensor.
Hasta ese grito salvador de Nacho, el cotejo era parejo. Newell’s fue el que tuvo las riendas, pero no necesariamente el dominador del juego. Porque tener la pelota no siempre significa manejar el trámite. Hasta los tres cuartos, era una cosa. Pero al arribar al área, no hallaba la llave, extrañando mucho al juvenil Tévez, que con su rebeldía suele abrir este tipo de trámites.. Los auriengros tenían su plan de juego, lo ejecutaron y lograron incomodar el sistema de juego de los del Parque.
El regreso de Casco le dio aire y alternativas para el ataque a Newell’s (a los 30 del complemento tuvo una ocasión, pero su disparo pasó cerca), aunque Maxi y Scocco (los otros que regresaban) no pudieron pesar en el juego. Pudo pegar Olimpo a través de Cuero, pero Ustari se mandó la atajada del partido. La más clara en el segundo tiempo fue un centro al área que Coty Fernández desperdició cabeceando por arriba.
Pero Nacho, su astucia y su capacidad, terminaron pesando en el resultado. Primero avisó con un disparo cruzado que salvó el 1 visitante. Y después armó la jugada del gol. Picó a un balón profundo que se abría, metió el cuerpo, buscó el roce y al costado del área, sin riesgo aparente de gol, Villanueva lo tumbó por inercia y descuido. Pitana cobró enal. Una joya en cordón de la calle. Un oasis en el desierto. De repente, se encendía una luz.
Y el artillero de Hughes no dudó. Se plantó frente al balón a los 40 minutos del segundo tiempo y ejecutó el disparo al medio, dejando volar a un costado a Champagne y corriendo a celebrar. Sin demasiada efusividad. Y no porque no valore el éxito. Más bien porque la fórmula para ganar no fue la que más le gusta a este equipo. Y, lisa y llanamente, porque el cansancio de un partido durísimo pesó más que la cuenta. Vaya si vale el esfuerzo: la victoria lo deja a un punto de la cima.