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Fórmula 1

Sin Festejar...

Hace 40 años Carlos Alberto Reutemann lograba en Bélgica el último triunfo de un argentino en el Mundial. Un largo paréntesis que hizo descender a la Argentina del 2° al 9° lugar entre los países ganadores, y que lamentablemente está lejos de cerrarse.

Foto: PO

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  • Didier Pironi encara adelante la curva inicial en Bélgica 81 seguido de Reutemann y Piquet. El francés se retrasó y los despistes del brasileño y Alan Jones, le abrieron a Lole el camino a la victoria en un Gran Premio. finalizado anticipadamente por la lluvia.

Usada con insistencia por Carlos Alberto Reutemann en sus tiempos de Fórmula 1, para sintetizar las dificultades y exigencias para mantenerse en el primer nivel de la Máxima, la frase fue durante años objeto de críticas, burlas, ninguneos y hasta en programas humorísticos.
Como en tantos otros aspectos de la vida, el tiempo se encargó de poner las cosas en su lugar. Y Reutemann tenía razón. Era, y es, muy difícil la Fórmula 1, donde no era tan simple ganar como decían por aquellos años los opínólogos de turno. Y era tan difícil, que llegamos a los 40 años sin victorias argentinas en el Campeonato Mundial, desde aquella que el propio Lole obtuvo en el Gran Premio de Bélgica.
Paradójicamente aquel 17 de mayo de 1981, Reutemann no pudo celebrar la victoria como lo merecía, y con la sonrisa propia de todo vencedor. Es que todavía pesaba el recuerdo del accidente protagonizado el viernes anterior, cuando el mecánico Giovanni Amadeo de Osella cayó en medio de la estrecha calle de boxes del circuito de Zolder, y fue atropellado por el Williams del argentino. El rostro serio de Lole en el podio, reflejó su pesar por un desenlace fatal que intuía y que fue cuestión de horas. También estuvo latente la tensión vivida en la largada inicial, cuando el Arrows de Siegfried Stohr, atropelló al mecánico David Luckett que imprudentemente había ingresado a la pista para solucionar un problema en el motor del otro Arrows de Riccardo Patrese, detenido en la grilla. Las dramáticas imágenes televisivas hicieron pensar en otra tragedia. Por suerte, Luckett sólo sufrió fracturas en las piernas.
“Me quiero ir cuanto antes a mi casa y olvidar todo esto”, le dijo Lole a los numerosos periodistas argentino, que por entonces seguían su campaña, priorizando el duro momento anímico, por sobre la notable importancia de una victoria que lo afianzaba al frente del campeonato con 34 puntos contra 21 de Nelson Piquet y 18 de Alan Jones. Era una diferencia importante porque en esos años cada carrera repartía 9, 6 ,4 ,3, 2 y 1 a los seis primeros clasificados.
Seguramente, como la mayoría, Reutemann pensó que llegaría otra oportunidad para festejar una victoria con alegría. ¿Quién podía imaginar lo contrario en ese momento de plenitud competitiva de Lole, con un Williams ganador y la euforia de los aficionados argentinos que veían más cerca que nunca la posibilidad de su coronación? Nadie. Lamentablemente ese nuevo triunfo nunca llegó, como tampoco el anhelado título. Apenas hubo segundos puestos en Gran Bretaña un par de meses después y al año siguiente en Sudáfrica, en la anteúltima de sus 146 carreras en el Mundial.
Aquella victoria de Lole de hace cuatro décadas fue la 38va de un piloto argentino en el Campeonato Mundial de Fórmula 1, en la sumatoria de las 24 de Juan Manuel Fangio, las 12 de Carlos Alberto Reutemann y las 2 de Froilán González. Una cifra que colocaba a la Argentina en el segundo lugar entre los países más ganadores, sólo por detrás de Gran Bretaña que mostraba 113 gracias a las inclusiones de ingleses, escoceses e irlandeses.
Estos cuarenta años de sequía con apenas cuatro pilotos (Oscar Larrauri, Norberto Fontana, Esteban Tuero y Gastón Mazzacane), que nunca estuvieron cerca de un victoria y ni siquiera sumaron puntos, provocaron el brusco descenso al noveno lugar superado por Alemania (179), Brasil (101), Francia (80) Finlandia (56), Italia (43), Australia (42) y Austria (41). Todos países que hace cuatro décadas estaban por debajo de Argentina, e incluso en el caso de Finlandia, por entonces sin ningún triunfo.
Pasaron 40 años de la última vez que se escuchó el himno argentino en un podio de Fórmula 1. Un tiempo que representa una generación, nada menos. Una generación que nunca vio ni en vivo o por televisión, ni escuchó, ni leyó crónicas, ni se emocionó, ni se ilusionó, con la victoria de un compatriota. Sensaciones que eran comunes hace 40 años, y ni que hablar en la década del 50 con Juan Manuel Fangio.
Sensaciones que de cara al futuro, lamentablemente, vemos tan lejanas de recuperar, como aquella victoria de Reutemann en Bélgica, recordada con tanta nostalgia y que seguramente desde su convalecencia Lole recordará con emoción.

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