Lo apresaron en Brasil como un argentino que era "correo" de colombianos. Ahora detectaron que sus huellas no existen en ningún registro del país.
En los Tribunales Federales de Rosario acaban de descubrir que están juzgando por narcotráfico a un hombre que no saben quién es. Se trata de un proceso que empezó hace dos meses contra un grupo de once implicados en una banda liderada por dos ciudadanos colombianos. Uno de los principales acusados es un hombre que en 2008 abordó en Ezeiza un vuelo a Madrid pero fue detectado en una escala en San Pablo embarcando con 5,745 kilos de cocaína. Por ese delito fue condenado en Brasil como un ciudadano argentino nacido en 1953 y llamado Luis Avelino Esquivel. Con ese nombre lo mandaron a responder en este juicio por ser el correo hacia Europa de los dos colombianos. Ahora está claro que no se llama así. Nadie sabe su identidad, ni su historia, ni casi nada.
Era lo que faltaba para completar un caso colmado de ingredientes insólitos. En este trámite se está juzgando a una mujer que llega a la sala de Oroño al 900 vestida de monja. De una de las audiencias en diciembre se llevaron en ambulancia a una de los imputados que murió horas después. Ahora detectan que uno de los sentados en el banquillo parece ser un fantasma.
Acento extranjero
El hombre que llegó a juicio como Esquivel habló un par de veces en el juicio. Cuando le dieron la palabra llamó la atención por su acento, un compuesto de tonos mestizos algo indefinible, semejante al que tienen algunos residentes latinos en Miami. Se dudaba de que fuera argentino. Pero tiene un DNI de este país con un número y un nombre.
Las cosas empezaron a enrarecerse cuando desde el Tribunal Federal Oral Nº 2 a cargo del juicio a la banda mandaron al Registro Nacional de Reincidencias las impresiones dactilares de Esquivel para establecer su historial de condenas previas. Desde allí vino la primera sorpresa. Según el organismo esta persona no tiene antecedentes penales y las huellas no son las de Luis Avelino Esquivel.
Frente a esta incógnita, desde el Tribunal remitieron los registros dactiloscópicos de Esquivel al Registro Nacional de las Personas. La respuesta que llegó fue desconcertante. La dependencia señaló que no hay nadie registrado en Argentina a quien correspondan esas huellas. El hombre juzgado tenía un DNI argentino que decía ser Luis Avelino Esquivel. Pero era obvio que no era él. Los dedos de la persona juzgada a nivel registral no existen en Argentina.
¿A quién tenemos aquí sentado?, fue la pregunta que atravesó el Tribunal. La primera deducción que hicieron los distintos actores que participan y siguen el juicio es que el hombre en el banquillo tenía una historia que para sí mismo era conveniente no ventilar. Lo único seguro sobre él es que era el mismo condenado en Brasil y que tras cumplir la sentencia había sido traído a Buenos Aires, por el hecho de que se lo requería como emisario de los colombianos Argemiro Sierra Pastrana y Luis Fernando López Echeverría, dos que también están en el juicio.
¿Testigo o imputado?
Para despejar la incógnita, el tribunal encaró una pesquisa propia. Fue así que encontraron a un Luis Avelino Esquivel viviendo en Quilmes. Fueron hasta esa ciudad del sudeste bonaerense y lo ubicaron. Es un comerciante modesto, dedicado a reciclar envases, casado y padre de tres hijos menores. Vive en un barrio humilde y tiene un Renault 19 algo desvencijado.
El lunes pasado este hombre fue traído como testigo a Rosario. Llegó acompañado por toda su familia y por su condición modesta hubo que pagarle viáticos. El tribunal integrado por Omar Digerónimo, Beatriz de Barabani y Jorge Venegas Echagüe lo convocó al estrado. Hubo sorpresa cuando el secretario del tribunal dijo: "Se llama a declarar al testigo Luis Avelino Esquivel".
¿Escuchaban bien en la sala? ¿Se equivocaba el secretario? ¿Acaso el nombrado no era uno de los imputados allí sentado hacía dos meses? Fue entonces que en el recinto hubo al mismo tiempo dos Luis Avelino Esquivel. El testigo pronunció su nombre, dio su domicilio en Quilmes y dijo que era comerciante. Cuando le preguntaron si tenía antecedentes penales respondió que no. Ante otra pregunta mencionó que su último DNI es cuadriplicado porque lo había cambiado varias veces. Le preguntaron qué había hecho con los anteriores. Contó que cada vez que los renovaba dejaba los viejos en el Registro Civil.
El Esquivel que era juzgado desde noviembre siguió todo la declaración de su homónimo con inconmovible cara de póker. El tribunal le preguntó a su defensor si quería hacer alguna pregunta. "No", dijo el abogado.
"Fue muy raro", comentó uno de los presentes en la sala. "Si vos estás convencido de la identidad de tu defendido empezás a confrontar. Pero el defensor no dijo ni mu. Y el Esquivel trucho tampoco".
¿Qué pasará ahora? El impostor, el hombre sin nombre, seguirá siendo juzgado. Lo presumen colombiano. No es improbable que lo condenen sin saber cuál es su verdadero nombre. Lo que sí saben es que es la persona detenida en Brasil con casi seis kilos de cocaína. Las escuchas que se hicieron sobre la banda determinan que es él (que usó ese nombre al salir de Ezeiza cuando lo atraparon en San Pablo) quien entraba y salía del país de modo contínuo y por lapsos muy breves por mandato de los colombianos sindicados como líderes de la banda. Por su delito presunto hay prueba reunida durante varios años. Sobre su identidad, ninguna.
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