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Cuatro muertos y un herido grave en el río Paraná

Una muestra más de la falta de fiscalización de la actividad náutica, la escasa señalización de los lugares aptos y no aptos para nadar, el socorrismo sanitario con falencias, escasos guardavidas.

Uno de los operativos montados por Prefectura para hallar desaparecidos en las aguad del río marrón.

Uno de los operativos montados por Prefectura para hallar desaparecidos en las aguad del río marrón.

Rosario.- Cuatro muertos y un herido grave son el saldo trágico de los accidentes en el río, desde el 1º de noviembre pasado a hoy, cuando recién comienza el verano. Una muestra más de la falta de fiscalización de la actividad náutica, la escasa señalización de los lugares aptos y no aptos para nadar, el socorrismo sanitario con falencias, escasos guardavidas y también la imprudencia de pescadores y bañistas. Un combo letal.

La gente de años de actividad en el río expresa que creció desmedidamente el campo náutico a la par de quienes cruzan a la isla y navegan sin precaución. Se organizaron caravanas junto a las playas en reclamo de más prudencia y control de Prefectura, pero por ahora, en virtud de las trágicas cifras, la eficacia de las iniciativas sigue siendo escasa.

El 1º de noviembre de este año, un nene de siete años y su abuelo, de 49, desaparecieron de las aguas del arroyo Saladillo tras la tormenta de 120 milímetros de lluvia en pocas horas y que provocó una abrupta creciente. Habían ido a pescar al arroyo a la altura de la autopista a Buenos Aires en zona no apta. El chiquito se habría resbalado por el barro y el abuelo, en un intento por agarralo, se ahogó con él.

Al día siguiente, ya no en zona sur sino río arriba, el kayakista Angel Santos, de 53 años, sufrió gravísimas heridas en las piernas al ser arrollado por una lancha que circulaba a alta velocidad y cuyo piloto ni siquiera se detuvo para brindarle auxilio. El accidente náutico se produjo a pocos metros de la islas ubicadas frente a La Florida. El hombre vive y tiene una escuela de canotaje en la isla, se lo conoce como Bin Laden y desde el día del accidente está internado en el Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria esperando ser operado de su pierna derecha.

Ya hay un imputado en la causa que se tramita en la fiscalía de Victoria (Entre Ríos), a cargo de Flavia Villanueva. La funcionaria ordenó pericias de la lancha. El conductor sería un hombre mayor de edad, no titular de la embarcación pero sí familiar y estaba acompañado de tres personas más.

"Mi papá tiene para unos días más de antibióticos. Seguro pasará acá la Navidad. Pero eso es lo menos importante porque está vivo y contenido en el hospital", dijo esta semana la hija del kayakista.

El violento choque a Santos recordó inevitablemente el que mató el año pasado, al periodista de La Capital y nadador, Marcelo Abram (ver aparte).

Diciembre no comenzó mejor. El 14 murió Sergio Monzón, de 21 años, quien desapareció en la isla (El Embudo). Su cuerpo fue encontrado 24 horas más tarde en el mismo sector. Y el domingo 15, Walter Soriano, de 37 años, ingresó al agua al mediodía en Isla Verde con su familia y desapareció. Fue encontrado el martes pasado a la altura de El Charigüé.

El año pasado. Las tragedias en el Paraná comenzaron el año pasado, el 27 de enero, cuando Pablo Bencina, de 25 años, se arrojó al Saladillo (cerca de la arenera de Teniente Sánchez y Gurtiérrez). Lo hizo acompañado de un amigo, pero él nunca más salió.

El 12 de febrero, un joven de 30 años desapareció de la isla frente a La Florida (kilómetro 428) en una zona no habilitada para el nado.

El 29 de abril, el piloto de offshore, Pedro Viera, murió en un accidente frente a la Rambla Catalunya. Su catamarán voló en plena recta a 160 kilómetros por hora, el conductor fue despedido con heridas irreversibles y su acompañante salió ileso. Se celebraba la Copa del Bicentenario de la Bandera en un circuito fluvial delimitado por boyas.

Y el 4 de noviembre de 2012, Pedro Maidana, de 21 años, fue a pescar con amigos a Avellaneda y Génova. El grupo comentó que se metieron al río para bañarse. De golpe no lo vieron más.

Fuente: La Capital

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