A casi seis meses de la devastadora explosión que dejó un saldo de 22 víctimas fatales, la cuadra de Salta entre Oroño y Balcarce fue habilitada al tránsito vehicular y peatonal.
Seis meses atrás hacia frío, ayer el sol arrasaba. Pero no fue la única diferencia. El contraste más grande lo dio el movimiento y la expectativa. El primero corrió por cuenta de autos, colectivos y transeúntes. Del segundo se encargaron los responsables de los ocho comercios ubicados en la cuadra de Salta 2141, que por primera vez desde el 6 de agosto pasado, cuando se produjo la devastadora explosión de un edificio por un escape de gas, vieron pasar "caras nuevas" a través de las vidrieras.
En algunos casos, como el de Silvina Marc, hubo suerte y se vendieron un par de remeritas fuera del aguante solidario que le venían haciendo los vecinos de la zona desde noviembre, cuando inauguró un local donde la explosión borró un gimnasio.
Otros, como en la dietética Andrés, la providencia estuvo esquiva y sobre el mediodía, con el agobio de la luz cortada, contabilizaba una escuálida caja de 144 pesos y dejaba constancia de que la mañana había sido "de poco y nada de gente".
En Aroma, una distribuidora de perfumería que lleva tres generaciones en el lugar, y reabrió un mes atrás, el ánimo estaba un poco más elevado. Pero quizás por las personas que veían pasar que por los clientes, aunque dijeron que la primera mañana de la cuadra abierta les arrimó algunos compradores.
Pese a las distintas experiencias, una sensación igualó a las tres comerciantes. En los últimos días en la cuadra se mentaba que habría un acto para la apertura de la cuadra. Hasta dicen que hablaron de un lugar en la agenda del gobernador Antonio Bonfatti.
Pero la apertura fue a las 7.40, corriendo una valla, y la gente del lugar quedó con caras largas. "Pensamos en un acto, en otra cosa. Todos dijeron que venía Bonfatti", afirmó Rocío desde la perfumería, que ni siquiera en Navidad pudo remontar sus ventas.
Las chicas de los comercios se cruzan, hablan entre ellas y acuerdan la hora de atención al público para el día en que la cuadra estrena una nueva vida. Más allá, frente a un portón, Oscar detiene su marcha y se queda un largo momento mirando hacia adentro del espacio que dejó el edificio siniestrado.
Cuenta que ya pasó varias veces por el lugar y que siempre mira, porque en Rosario nunca se vivió "algo así". Luego pone una espera de largos minutos y, entonces, advierte que en ese lugar deberían realizar una especie de "plaza de la memoria".
Cerca de la esquina de Balcarce hay gente esperando el colectivo 144, que retomó el recorrido después de medio año. Alguien dice que siente una "tristeza muy especial" y llora. No es familiar ni vive en la cuadra. Está de paso, pero carga el dolor de una ciudad conmovida.
Alicia y Ana trabajan en servicio doméstico en las cuadras de la vuelta y ayer regresaron a esperar el colectivo ("que está bien demorado") a la parada habitual, lo que les evitó caminar hasta Tucumán. Ahora, además de la 144, paran en esa esquina las líneas 120 y 153.
La situación parece normal, pero hay un intangible. Quizás el ir y venir de cascos blancos y amarillos, el ritmo de los martillos, e silencio inmaterial por sobre los primeros escarceos de tránsito, la arenilla que todavía tienen las veredas o, mejor aún, las miradas.
José, responsable de una de las empresas que trabajan en el lugar, describió los primeros minutos del día: "Cuando los vehículos advirtieron que no estaba la valla, siguieron adelante. Primero pasaron los vehículos y, después, la gente".
"Los que pasan van deteniendo la marcha y miran hacia adentro del lugar donde estaba el edificio", agregó. A la altura del 2141 hay una valla paralela al cordón y un cartel de advertencia. Sobre los paneles de construcción, los familiares pusieron ayer las 22 fotografías de las personas que murieron y la imagen de Jesús Misericordioso y pintaron sus consignas más contundentes.
"Fuera Litoral Gas de Rosario" y "Cárcel a los responsables", plasmaron con aerosol dorado sobre los tabiques. Después hablaron, explicaron y se acompañaron durante un largo rato, mientras las líneas 103, 106 y de la Costa volvían a levantar pasajeros en Salta y Oroño.
"Ya hay vida, ya está", dijo sobre el mediodía una mujer al ingresar a su casa y, con la puerta, cerró una historia de solidaridad posterior al derrumbe: los vecinos aguantando a los negocios de la cuadra, los comerciantes comprándose entre ellos y la esperanza empujando, porfiada hasta que por fin llegaron ayer las caras extrañas que tanto habían esperado.