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Chanchoto: el dolor de no ser lo que "se debe" ser

El programa Graduados, tiene entre sus protagonistas a una joven flaquísima, que fue obesa y que sufrió el matrato de sus compañeros durante el secundario. Tal fue la herida que imprimió en ella que, ni bien pudo, mató su identidad y se convirtió en otra

Imagen de Chanchoto: el dolor de no ser lo que "se debe" ser

Prestigiosos expertos, analiza el tema del "bullying" y la discriminación asociadas al sobrepeso y su relación con los trastornos alimentarios.

Sin escala, con Patricia Longo (Isabel Macedo) uno pasa del amor al odio, del rechazo a la piedad. Es mala, ambiciosa y fría, y hace méritos para cosechar todo tipo de condenas. Pero, en apenas segundos, se convierte en la más vulnerable y dolorida de las criaturas, en la angustia misma. Y da pena. Y uno la entiende... Unos minutos. Luego vuelve a verla villana y la vuelve a odiar. "Graduados" tiene, entre otras, esa virtud: sus personajes transitan, ambivalentes, identidades varias, cualidades diferentes, y uno los quiere y los aborrece y los vuelve a querer a cada rato. Los malos dan pena más de una vez y los supuestos buenos tienen agachadas y hasta crueldades sin siquiera mosquearse. Humanos, bah. Tan humanos que millones de personas se miran al espejo cada noche en la pantalla de Telefé, enfrentados, tal vez sin advertirlo, a un "contenido social" ("responsable" con la comunidad que lo consume) que está ahí para eso: para hacernos pensar, para invitarnos a reflexionar casi sin darnos cuenta sobre las cosas que pasan. Que nos pasan. Y nos pasan mucho.

"Chanchoto" o "Chanchota", la gorda que Patricia mató y enterró para ser otra -y, por qué no, para vengarse- viene asomando programa tras programa contando su tragedia personal. Llorando y tragándose su enorme dolor. Con cuentagotas, el programa repasa, cada tanto, las heridas que un grupo de chicos, no tan chicos, le imprimían a diario a fuerza de cargadas, agresiones y descalificaciones de todo tipo. Se la ve llorar, se la ve desarmarse, hundirse adentro suyo. Se la ve mendigar amor y amistad, se la ve rogar algún gesto que la devuelva a una imagen más soportable de sí misma.

¿Por qué resuena tanto y en tantos esta historia? Porque Patricias hay muchas, muchísimas. Desde hace muchos años, desde Señorita Maestra y el "gordo" Palmiro Caballasca, la persona con sobrepeso es el 'punchiball' con el que muchos se divierten, se ensañan, se fortalecen. "Vaca", "gorda chancha", "lechón", "gorda cerda", "obesa"... Verdaderos dardos, con una enorme capacidad de daño presente y futuro. Un daño que, en general, los chicos no ponderan ni dimensionan, pero que existe... Bullying es más que una palabra de moda.

El daño que no vemos

No son excepciones. La doctora Mónica Katz, médica especialista en Nutrición, Fundadora del Equipo de Trastornos Alimentarios del Hospital Durand, revela que "estudios realizados en colegios muestran que un tercio de las mujeres y un cuarto de los varones reciben bromas por obesidad. Las cargadas acerca del cuerpo asumen muchas formas: verbal, bullying o directamente exclusión social. El eje del problema suelen ser los pares o amigos, pero la familia es un factor muy central. Entre un 30 y 40% de los chicos recibe bromas acerca del peso en el interior de su familia", advierte.

La psicoanalista Adriana Martínez, coordinadora Asistencial de Fundación Buenos Aires, coincide en que la discriminación no es patrimonio de los niños ni del afuera. "El maltrato de los pares suele ser muy directo, pero los jóvenes con sobrepeso también reciben miradas adversas de los adultos que los rodean. Estas, aunque más disimuladas, son iguales o más dañinas", comenta a Entremujeres.

También la licenciada Andrea Gómez advierte que "las cargadas hacia las personas con sobrepeso son una forma frecuente de bullying, apañado por un modelo social y cultural que exige la delgadez como modelo estético, y no como señal de salud. Y esas cargadas, ataques y rechazos vividos en la adolescencia pueden dejar marcas emocionales para toda la vida", subraya.

Lastimar, ofender y desvalorizar a una persona haciendo eje en su sobrepeso o en sus cualidades físicas genera en quien lo sufre una enorme frustración e impotencia, sostiene la licenciada María Teresa Panzitta, co-coordinadora del post grado de Aspectos Psicológicos de la Obesidad y los Trastornos Alimentarios de la Universidad Favaloro y Coordinadora Psicológica del Equipo de Obesidad y Trastornos Alimentarios del Hospital Durand. "Esto es lo que se ve en Graduados -dice-: 'Chanchota' se muestra impotente frente a sus compañeros, como si por ser gorda mereciera ser maltratada y despreciada, silenciando su dolor y su rabia. Cada palabra es una herida a su alma, a su autoestima".

La licenciada Panzitta cuestiona un foco del programa de Telefé. "Lo que no me parece bien es mostrar un estereotipo de 'gorda tonta': los gordos son gordos, no tontos. Muestra el personaje de una tontita, que habla como una nena boba, más infantil que sus compañeros", dice. "Las cargadas que sufren los niños y adolescentes quedan marcadas a fuego -advierte-. En una cultura obesofóbica, ser gorda es casi un insulto. Cuando las cargadas se sufren en la infancia los niños no suelen tener clara conciencia de cuánto duelen y cuánto ofenden esas palabras. Pero, luego, en la pubertad, el cuerpo adquiere un lugar diferente y la mirada del otro toma una nueva dimensión. Ahí vienen la vergüenza, el dolor, y las cargadas se hacen presentes, resuenan en el inconsciente, potenciando la autocrítica y la propia desvalorización".

Ser distinto no es fácil

"Es muy frecuente que las cargadas y agresiones vayan dirigidas a aquella persona que sea considerada diferente, sin importar demasiado en qué radica esa diferencia. Si todos los alumnos/as de un colegio tuvieran sobrepeso, posiblemente aquel que escape a esa 'regla' sería el chivo expiatorio de algunos -analiza Andrea Gómez-. El problema es que hoy se hace tanto hincapié en la belleza física y en cumplir con un ideal de delgadez y estética que cualquiera que no cumpla con ellos se sentirá excluido, rechazado, algo que también ocurre entre los adultos".

Claro que los adolescentes, turbulentos, en búsqueda, se llevan la peor parte. "Ellos necesitan sentirse parte de un grupo y necesitan la aceptación de sus pares para afirmar su autoestima e identidad y sentir que pertenecen -explica Gómez-. Están despegándose del grupo endogámico familiar y salen al mundo en soledad, para enfrentarse a otras miradas".

En ese marco, el peso del rechazo se duplica. Las cargadas, los maltratos verbales y la violencia psíquica y emocional que suponen las burlas y cargadas que hacen foco en el cuerpo imprimen una huella que a la mayoría de los chicos les cuesta remontar: "en general, los efectos son disminución de la autoestima, depresión y disconformidad con el cuerpo. Muchas veces son el disparador de un trastorno alimentario, aunque para desarrollarlo hacen falta obviamente otros ingredientes que tienen que ver con la personalidad y con una dinámica familiar muy particular", señala Katz.

Todos los especialistas consultados por Entremujeres coinciden en que hay una estrecha relación entre estos padecimientos y el desarrollo o profundización de un trastorno alimentario. "Estas cargadas pueden generar que el problema se acentúe. Una persona con sobrepeso puede comer más y peor por sentirse angustiada, enojada, lastimada, rechazada. Se 'traga' la bronca y se 'autoagrede' comiendo en exceso. Otras pueden tomar una conducta opuesta, desarrollando una anorexia o una bulimia, huyendo espantados de la obesidad".

Las aulas, zona de riesgo

Todos los expertos entrevistados encienden la alarma respecto a la fuerte vigencia de este problema en las escuelas hoy. "Llama la atención el grado de violencia que se ejerce en las aulas -dice Gómez-. Vivimos en una sociedad violenta y, como adultos, muchas veces actuamos violentamente. Estamos en riesgo de naturalizar esta violencia y justificarla. Los adolescentes violentos tienen poca capacidad para ponerse en el lugar de la persona agredida, algo que los ayudaría a cambiar de actitud. Necesitan ser líderes y sobresalir para los demás".

Otro espacio frecuente de situaciones de maltrato para los niños o adolescentes con sobrepeso (y hasta con peso normal) son las clases de danza u otras actividades deportivas, dice la licenciada Panzitta. "Sin fundamentos clínicos, profesores y entrenadores a veces destruyen la autoestima de los jóvenes porque les dicen que están gordos o los pesan antes de realizar esa actividad, algo que también se da en el modelaje. Este es un problema muy serio que se debe abordar urgentemente. En lo personal, yo lo viví como estudiante y profesora de danzas y fue algo que motivó, en parte, mi especialización en obesidad y trastornos alimentarios. En la historia de muchas anorexias, bulimias y obesidades podemos encontrar el relato de diversas situaciones de burlas, acoso y cargadas, con la posterior decisión de hacer todo por no volver a sentir ese desprecio, esa discriminación. Así asoman conductas desafiantes, agresivas o autodestructivas como respuesta a ese sentimiento de exclusión".

Panzitta explica que "el recuerdo de las burlas o comentarios genera en las pacientes con anorexia y bulimia una gran dificultad para lograr una recuperación. Viven el subir unos pocos gramos como volver a ser gordas, las gordas que fueron en su infancia o adolescencia. La presión social, las imágenes de la publicidades y revistas, proponen formas corporales ideales que nada tienen que ver con la realidad, y eso no ayuda".

El rol de los adultos: cuidar, contener, escuchar, limitar

Las preguntas se imponen. ¿De qué manera podemos proteger de estas cosas a un hijo con sobrepeso? ¿Qué podemos hacer como padres? Katz enfatiza: "Los mayores deben autoevaluarse. ¿Hago foco en el peso al evaluar o juzgar a un chico? ¿Cuáles son los estereotipos de los gordos? ¿Los repito? La ciencia muestra que, en general, se les adjudica ser más holgazanes, sucios, desprolijos, entre otras cosas. ¿Creo yo que esto es verdadero o falso? ¿Cuáles, considero, son las causas de la obesidad? En general se atribuye a la falta de voluntad: ¿creo yo que es solo falta de ganas o compromiso? ¿Afecta eso mi actitud? ¿Qué lenguaje utilizo yo al referirme a los chicos o personas adultas con sobrepeso? Estas cuestiones son claves. Debemos hacer foco en la salud al momento de hablar o motivar a un chico obeso a perder peso o realizar un tratamiento", dice.

Para la especialista, "debemos explicar y enfatizar que la balanza sólo mide kilos: no mide inteligencia, ni belleza, ni felicidad, ni creatividad". Y subraya: "En especial en las escuelas se debe tener 'tolerancia cero' respecto de la estigmatización de los obesos. Organizar talleres y trabajar la idea que la gente tiene de las diferentes formas y tamaños y enseñar que lo mejor es festejar las diferencias y la unicidad".

Andrea Gómez hace hincapié en algunos gestos: "Podemos ayudarlos a fortalecer su autoestima, reconocer sus valores y cualidades. Preguntarnos a nosotros mismos si nos sentimos avergonzados por la obesidad de nuestros hijos, si estamos más preocupados por nosotros y el qué dirán o por la salud de nuestros chicos". Es clave, agrega, "no transmitir mensajes contradictorios sobre la alimentación y el sobrepeso. En algunas familias se critica el sobrepeso y, por otro lado, se hacen sólo comidas hipercalóricas que no ayudan para una dieta saludable".

También es importante, según Gómez, "ofrecerles una solución saludable si el tema del sobrepeso los angustia y realmente merece una atención especial, para proteger su salud física y psíquica. Preguntarles qué desean y si quieren ayuda para sentirse mejor, y ayudarlos a buscar salidas no violentas con sus pares: ni autoagredirse ni agredir a los demás, y ver de qué modo los ayudamos a elegir otras compañías que reconozcan sus cualidades. Es importante no negar lo que está pasando, acompañar, fortalecer y ayudar a quien sufre esta situación, y buscar ayuda psicoterapéutica si es necesario".

Es clave también involucrar a la escuela, a los maestros. "Es importante solicitar la colaboración de toda la comunidad escolar en cuanto a la prevención del maltrato en todas sus formas. Las escuelas y los docentes carecen de herramientas para abordar estas situaciones. Es importante buscar gente especializada y realizar talleres de reflexión con alumnos de toda la escuela", dice Gómez.

Panzitta subraya que "los padres tienen la misión fundamental de no cargar, de no descalificar ni comparar. Es una difícil tarea para los padres aceptar a sus hijos como son y no como idealizaron que fuesen. Si las cargadas son confirmadas por el círculo familiar se acentúa la certeza de que lo que le dicen es así y de que se lo merece por ser gordo". En caso de acoso escolar, es fundamental que los "padres hablen con sus hijos para que puedan sincerarse y encontrar apoyo en su entorno familiar. Creo que es el colegio el que tiene la gran oportunidad para solucionar este tema. Deben tomar conciencia de lo nocivas que son las cargadas para el desarrollo afectivo de los niños y adolescentes".

La psicoanalista Adriana Martínez coincide en que hay mucho por hacer. "Lo diferente, en general, tiende a ser expulsado. No hacerlo, es un trabajo que requiere formación, reflexión y transmisión de valores de una generación a la otra. En comunidades donde se trabaja verdaderamente con la integración de lo distinto los niveles de agresión son menores. Cuando los adolescentes descargan sus excesos sobre "el gordo", por ejemplo, exorcizan sus propias inseguridades: temen ser diferentes, no dar con la talla del modelo reinante. Maltratando al 'gordo' se ponen –de la peor manera– a resguardo de aquello que temen y desprecian".

Las nuevas tecnologías han potenciado estos "gestos" discriminatorios que vienen de antaño. "Las formas de vincularse actuales, tan tecnologizadas e impregnadas de inmediatez, acentúan la cuestión en varios sentidos: haciendo excesivo foco en la imagen (se debe lucir feliz, espléndido, bello y seductor) y generando otras redes de exclusión (aceptar o no contactos, borrarlos, burlarlos públicamente)".

Como padres, dice Adriana Martínez, tenemos un desafío difícil. "El sobrepeso es una problemática real que requiere ser tratada, cambiada. Es decir, no podemos promover que nuestros hijos tengan sobrepeso porque estaríamos perjudicando su salud física y emocional. Sin embargo, debemos protegerlos y enseñarles a posicionarse frente a un mundo que, sabemos, los discriminará. Luego, pedir ayuda a profesionales capacitados en el tema, tanto en lo nutricional como en lo psicológico. Y, desde ya, buscar hasta encontrar un medio que acepte a nuestros hijos tal cual son, con todo lo que tienen para dar. No resignarse a que sean maltratados ni por pares, ni por docentes, ni por otros familiares".

Ni Chanchoto, ni gorda, ni gordo, ni vaca, ni nada. No resignarse. No está bien. Hagamos algo.

Fuente: https://www.entremujeres.com

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