La imagen refleja cómo están viviendo a diario los vecinos de la zona norte. En este caso corresponde a lo que es una propiedad ubicada sobre 1° de Mayo y Sargento Cabral; y la postal se repite en otras tantas casas de la cuadra. Es que el temor por ser víctimas de los robos está latente a cada momento del día.
Encerrados con cadenas, algunos conectados a la alarma comunitaria, otros activando casi permanentemente los sensores de sus propias alarmas y la intranquilidad en un barrio donde los hechos delictivos son moneda corriente.
La preocupación se incrementa ahora incluso en vísperas de las fiestas. Es que muchas familias suelen salir de sus hogares con la finalidad de reunirse con familiares con domicilio en otros barrios o afuera de la ciudad. Pero es prácticamente imposible dejar sola la casa y la respuesta es simple “tenemos miedo de que nos vayamos y nos entren a robar”.
Se sienten perseguidos, dicen que ya no quieren escuchar a los políticos ya que en reiteradas reuniones han roto sus promesas. Hace poco, vecinos habían expuesto la necesidad de que se corten los libustrines de calle 1° de Mayo y que se les haga un correspondiente mantenimiento; dado que entre las hojas y ramas son observados por los ladrones que “conocen cada uno de sus movimientos”, saben quiénes salen de sus viviendas, a qué hora llegan o quienes los visitan. Desde esos libustrines, aparentemente, hacen un análisis pormenorizado del panorama en la zona y cuando encuentran el momento justo están dispuestos – con total impunidad – a entrar en acción.
Los vecinos viven con miedo y eso ya no es noticia; y piden que se trabaje seriamente en llevarles una solución efectiva y en lo inmediato. Ya, parece, que no creen en el cuento de que pese a que todos los conocen, nadie puede hacer nada para cargar contra los delincuentes que los amedrentan constantemente.