Con dos gritos de Nacho, goleador del torneo con ocho tantos, Newell's le ganó 2-1 a Arsenal, último campeón, y se afirmó en la punta del torneo. Heinze se fue expulsado pero el equipo aguantó el triunfo. El sueño está intacto.
Es una idea fija. Lo tiene entre ceja y ceja. Le da vuelta por el coco. O por el Scocco. Newell's gana, goza, se consolida como líder cuando el torneo ya dobló el codo del torneo, y a ver ahora quién se anima a decirle a esa multitud que no se puede soñar con el título. A ver quién se anima a bajarle la euforia a esa gente. Porque esa expectativa, ese entusiasmo, está respaldado por la producción de un equipo con todas las letras. Un equipo que asumió su compromiso de líder, que golpeó de entrada, que sometió a su rival y que también se la bancó cuando quedó con uno menos por la roja de Heinze y cuando Arsenal se animó después del descuento de Carbonero. Y que también se sobrepuso a la torpeza de sus propia hinchada, que obligó a detener el partido sobre el final con fuegos artificiales, y estiró el suspenso con los siete minutos que tuvo que adicionar el árbitro.
Pero Newell's fue mucho para el último campeón. Durante largos pasajes del partido lo redujo a una sombra de aquel equipo que dio la vuelta en el Clausura. Porque metió una mano de KO de entrada, con esa asistencia perfecta de Bernardi para que Scocco ganara en la tierra de los gigantes Licha López y Braghieri, y pusiera el 1-0 que permitió aflojarse el nudo de la corbata. Un ratito después, con una chilena impecable, el delantero volvió a facturar y encaminó un triunfo que hubo que defender con diez, por la roja a Heinze por doble amarilla, y por esa arremetida final de Arsenal con el gol de Carbonero.
Newell's tiene una idea fija en el Scocco.