Cada vez hay más consultas por este tipo de conducta compulsiva. Cómo identificarla y qué hacer si un miembro de la familia presenta este problema.
Mujeres ludópatas. ¿Por qué mujeres? ¿Acaso los hombres no juegan? Sí, pero cada vez aumenta más el número de mujeres con adicción al juego, mayormente a las maquinitas tragamonedas y el bingo. En cambio, en los hombres se da de otra manera quienes suelen jugar a la ruleta o apostar a las carreras de caballos.
Lo llamamos adicción porque es una actividad que la persona no es capaz de controlar y lo conduce a conductas compulsivas. Cuando surge el impulso, es difícil poner un freno y, si no cuenta con el dinero para hacerlo, va a tratar de conseguirlo sea como sea y por el medio que sea, y puede ser capaz de engañar o incluso robar.
Las causas
En general, esta patología está asociada a depresión, falta de proyecto personal y sensación de vacío. El juego se convierte en un falso sostén con la creencia ilusoria de que es posible controlarlo.
Un elemento común en estas mujeres es que, en general, fueron maltratadas, sometidas a la violencia de los padres y/o el marido. Internamente hay un profundo sentimiento de desvalorización que las hace sentirse incapaces de armar un proyecto que tenga que ver con una realización personal. Se da también en mujeres divorciadas que, luego de un prolongado matrimonio, no pudieron superar dicha separación.
Este intento de evadir la angustia, esta dificultad de frenar el impulso a jugar, se transforma en un verdadero problema, tanto para la persona que lo padece como para su entorno. La familia, algunas veces con mucho enojo, termina por aislar a la persona en cuestión, lo mismo que los amigos, quienes no toleran más los “pedidos de préstamos de dinero” que esta persona reclama, o los engaños para conseguirlo.
Identificar el problema
En una oportunidad, una mujer le pedía dinero a la hermana para pagar la pre-paga, cuando en realidad, utilizaba ese dinero para ir al bingo. Por esta razón, la señora generaba todo tipo de mentiras para evitar que el ex-marido y la hermana pudieran ponerse en comunicación, ya que era él quien pagaba por su cobertura de salud a pesar de estar divorciados.
En otro caso, los hijos adolescentes se quejaban de la falta de organización en el hogar y de que no tenían comida suficiente. La madre se excusaba al decir que con lo que le pasaba ex-marido no le alcanzaba para mantener el hogar. Cuando las terceras partes pudieron comunicarse y aclarar los entredichos, se descubrió que la mujer usaba el dinero para jugar todos los días y no para alimentar a sus hijos. Por supuesto que su respuesta ante la acusación fue que siempre tenía la ilusión de recuperar lo perdido el día anterior, y así solventar sus gastos.
Esta problemática suele hacerse evidente cuando ya no se pueden esconder las consecuencias. Los familiares son los primeros perjudicados, por ser quienes conviven diariamente con este tipo de patología. A veces suele ser demasiado tarde, y las consecuencias económicas pasan a ser desastrosas. Los extremos llegan al aparecer acreedores que reclaman pagos, o si el faltante de dinero es en grandes cantidades que perjudican la economía y, por supuesto, cuando la persona no cumple con sus obligaciones habituales. A partir de ahí los problemas son mayores y no hay vuelta atrás.
La mujer que padece esta adicción sólo se da cuenta de esta dificultad al notar que todos sus pensamientos giran alrededor del juego, cuando se le torna difícil tener otros intereses y su vida queda reducida a pensar en lo que va a jugar. El impulso por apostar pasa a dominar por completo su vida.
En busca de la solución
Aquella persona que sufre esta patología debe tomar conciencia de que se trata de una problemática seria y preocupante, que ya no es un simple entretenimiento, como sucedería si la persona tuviera otros intereses en la vida y el juego fuera uno más entre otros, el cual podría dejar de lado sin inconvenientes. Ya no se trata de un simple vicio, como se podía considerar en otros momentos, sino como un trastorno con los impulsos, o como adicción.
Lo importante en estos casos es visualizar que se trata de una enfermedad y que, como tal, requiere tratamiento. Para esto, es necesario consultar a un terapeuta que la guíe en los pasos a seguir para poder recuperarse. A veces se requiere -además de entrevistas y tratamiento individual- un proceso con el conjunto de la familia, que puedan ayudar a comprender por qué se llegó a esta situación y cómo poder salir adelante.
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