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Cómo es el lugar donde estuvo oculto ocho meses el cadáver que sería de Walter Serra

El esqueleto fue hallado en un monte, a 25 metros de una calle solitaria que desemboca en el río Carcarañá, desde donde era imposible verlo. Estaba boca arriba y vestido.

La calle de tierra desemboca en el río Carcarañá.

La calle de tierra desemboca en el río Carcarañá.

La patrulla de la comisaría de Andino abandonó el acceso asfaltado al pueblo desde la ruta 91 y dobló en Santa Margarita del Río, una calle de tierra que corre hacia el río Carcarañá. Eran las cinco y media de la tarde del domingo 23 y a bordo de la camioneta, una flamante Chevrolet GM, iban dos efectivos policiales que cumplían con la rutina de patrullar el lugar. El vehículo recorrió siete cuadras a marcha lenta y dobló a la derecha por Santa Fe, que se interna en un monte de árboles y matorrales. Al doblar, los uniformados vieron a un hombre que corría hacia ellos y les hacía señas para que se detuvieran. “¡Hay un esqueleto!”, alcanzó a gritarles sin disimular su conmoción. Los huesos que acababa de descubrir estaban a unos 50 metros del cruce de las dos calles y a unos 25 de la orilla de Santa Fe. Eran los de Walter Serra, desaparecido hacía ocho meses en el centro de Rosario. El misterio sobre su paradero finalmente estaba resuelto, aunque la investigación sobre quién y por qué lo asesinó recién está comenzando.

A Andino se llega por la autopista a Santa Fe. En villa La Ribera hay que bajar a la derecha y, después del peaje, tomar por la ruta 91 hacia Serodino. Enseguida hay un cruce en el que se debe girar a la izquierda. Es el acceso al pueblo, aunque para llegar hasta él todavía deben recorrerse unos seis kilómetros por un acceso que corre paralelo al Carcarañá.

Es un lugar tranquilo, como cualquier población rural, pero se destaca porque casi todas las casas tienen terrenos amplios. Las más arregladas, las que tienen los parques más cuidados, están en las manzanas que dan al Carcarañá, río caudaloso que en épocas de crecidas suele ocasionar problemas a quienes viven cerca de sus barrancas.

Una zona de montes. La calle Santa Margarita del Río se abre a la izquierda, justo antes del arco que anuncia el ingreso al pueblo, y atraviesa varias manzanas de nuevos loteos. Pero a medida que se aleja del acceso a Andino, se interna en una zona de montes y termina cuando se cruza con Santa Fe, unos cien metros antes del río, atrás del frigorífico Larrauri.

Santa Fe es una calle corta, cinco cuadras que nacen en la esquina con Santa Margarita del Río y terminan en las vías del ferrocarril. Más que la calle de un pueblo parece un solitario camino rural. Quienes tienen casas de fin de semana cerca de allí suelen usarlo para caminar y andar en bicicleta. Para los lugareños es un sitio donde se cazan pájaros o el paso obligado hacia el río, a donde van a pescar.
El hombre que el domingo pasado halló los restos humanos iba justamente hacia el Carcarañá, pero se detuvo un momento para orinar y se internó en el monte. Zigzagueó entre árboles de buen porte y matorrales, y cuando había recorrido unos 25 metros quedó petrificado: delante de él, sobre una pequeña hondonada, había algo raro. Lo primero que vio fue un cráneo y luego todo un esqueleto. Estaba boca arriba (“de cúbito dorsal”, dice el informe forense) y desde el camino era invisible.

Esa tarde, después del hallazgo, el jefe de la comisaría de Andino, oficial principal Marcos Aquino, llegó enseguida al lugar y lo primero que hizo fue notificar al juez penal de turno en Cañada de Gómez, en cuya jurisdicción está el pueblo. “Después acordonamos la zona y tratamos de preservar no solo el esqueleto, sino todo lo que lo rodeaba”, contó a La Capital.

Casi al mismo tiempo convocó al médico del pueblo y también a un forense. Aquino está habituado a los procedimientos con cadáveres (”En esta zona tenemos un ahogado por mes”, contó), pero todavía no tenía idea de quién era el que tenía ante sus ojos.

Lo supo un rato después, una vez que los peritos levantaron el cuerpo. Ya era de noche y todo se hacía con cuidado porque había evidencias de que podía tratarse de un caso de homicidio. En el bolsillo de atrás del pantalón que aún vestía el cadáver, el oficial de la policía santafesina encontró una billetera. Estaba intacta y adentro tenía un documento de identidad, 117 pesos bien conservados y un billete de un dólar que estaba roto. El DNI era el de Walter Serra.

Ante ese cuadro las autoridades judiciales y policiales a cargo del operativo decidieron notificar a la jefatura de policía de la provincia y al juez de Instrucción rosarino Hernán Posma, quien tenía a su cargo la investigación por la desaparición de Serra. Un rato después la información llegó al Ministerio de Seguridad y al gobernador Antonio Bonfatti. Tres horas más tarde se conoció en las redacciones de los medios de comunicación de Rosario y empezó a circular en las redes sociales. Todo sucedió ocho meses después de la misteriosa desaparición de Serra en Rosario.

Muchos interrogantes. En la investigación judicial todavía no existe certeza alguna sobre cómo y quién lo asesinó, ni hipótesis oficiales sobre los posibles motivos. Por ahora los interrogantes son muchos. En cambio, casi nadie plantea dudas sobre un punto clave: el crimen no fue en ese monte de Andino. “Lo mataron y después lo tiraron ahí”, dijo uno de los uniformados que vio el escenario del hallazgo del cuerpo el mismo domingo a la noche.

Quienes relevaron la escena no tienen dudas sobre otro punto: el cuerpo siempre estuvo allí, probablemente desde el mismo día de la desaparición de Serra. “El río Carcarañá está a unos 200 metros y no hay crecida que llegue hasta ese lugar”, dijo otra fuente. La sentencia es válida ya que un rumor que circuló el mismo domingo, no solo en el pueblo sino también en Rosario, es que el agua pudo trasladar el cadáver hasta donde lo encontraron.

De hecho, basta con recorrer el entorno para entender por qué nadie lo vio antes. El monte tiene muchos árboles, algunos muy altos, y a la sombra de estos hay densos matorrales. En esta época, por el frío y las heladas, arbustos y pasto están más ralos y no es tan difícil internarse en el monte; pero en verano la vegetación es abundante, más verde y mucho más cerrada. “Desde el camino era imposible que alguien lo viera”, coincidieron la noche del hallazgo varios de los policías y peritos que peinaron la zona.

Basura y olores. A los costados del camino incluso hay basura. “La gente del pueblo viene en auto y la tira acá en lugar de esperar que el municipio la recoja”, contó un vecino. A metros del sendero que se abrió el domingo por el desfile de policías y peritos hasta el lugar donde estaba el esqueleto hay varios montículos, pero es claro que quienes arrojaron esa basura tampoco podían ver los huesos: la abundante maleza no lo permite.

El olor que debió producir el cadáver los primeros días, sobre todo teniendo en cuenta las temperaturas de la época en que lo habrían asesinado, tampoco tuvo por qué llamar la atención de quienes eventualmente pasaron por el lugar. Es que las chimeneas del frigorífico que está a unos 100 metros emanan fuertes olores todo el tiempo. ¿Por qué alguien que pasara circunstancialmente podría sospechar que el hedor provendría de un cuerpo en descomposición?

Lo que sí llama la atención es que a menos de 50 metros, hacia el lado contrario del frigorífico, están las ruinas de una vieja curtiembre. Allí, en medio del monte y bajo lo que queda de una construcción abandonada hace años, vive una familia. Hasta donde se sabe sus integrantes nunca reportaron haber visto nada que les llamara la atención, como un vehículo que se detuviera para descargar un cadáver. “Es lógico, pueden haber pensado que era alguien tirando basura”, razonó un lugareño.

La pregunta que se hacen en Andino es por qué quienes mataron a Serra dejaron el cadáver en ese sitio. Aunque nadie tiene respuestas, las especulaciones coinciden: es probable que quienes lo hicieron conocían la zona o contaban con ayuda de alquien de allí. El otro interrogante es por qué no lo enterraron, en cuyo caso el cuerpo jamás hubiera sido hallado. En este punto la respuesta es sólo otra hipótesis: los asesinos posiblemente estaban apurados.

Fuente: Diario La Capital

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