El representante de la Iglesia católica fue imputado por abuso sexual en junio pasado, pero este martes le agravaron la acusación. Fue después de que una víctima declarara en Cámara Gesell las aberraciones a las que fue sometido. El catequista quedó en prisión
El religioso a cargo de la catequesis a internados en el cottolengo Don Orione de General Lagos fue imputado de nuevos hechos y terminó nuevamente preso en una unidad penitenciaria. Esta vez la Fiscalía lo acusó de abuso sexual con acceso carnal. Los delitos endilgados tienen una escala penal que va de los 8 a los 20 años. La Cámara Gesell a una de las víctimas –que si bien es mayor de edad sufre una discapacidad de leve a media– dejó a la vista la comisión de hechos muchos más graves que derivaron en la recalificación de los delitos imputados. La fiscal Nora Marull se lamentó que la discapacidad de la víctima no sea un agravante del delito, aunque aclaró que al momento de la valoración de una hipotética pena, el juez podrá ponderar esta situación de vulnerabilidad de la víctima. El religioso que hasta el momento estaba con un arresto domiciliario en una casa religiosa volverá a la cárcel hasta la realización de la audiencia preliminar, es decir la antesala del juicio oral.
M. tiene 20 años y es interno de Don Orione. Tiene una discapacidad de leve a moderada y le contó a su psicóloga y a otras personas allegadas que un religioso que vivía en el lugar lo sometía a prácticas sexuales. Pero M. no aguantó más la presión y pudo contar parte de lo que estaba pasando, circunstancia que también lo llenó de vergüenza, contó la fiscal. Este testimonio logró destapar otras dos víctimas.
La institución abrió un sumario canónico y el religioso fue trasladado a Buenos Aires, mientras avanzaba la investigación interna. A mediados de mayo el director y la coordinadora de Don Orione presentaron una denuncia penal por los hechos. A principios de junio Juan A. fue imputado por abuso sexual simple y gravemente ultrajante y lo dejaron preso. En la Cámara Penal se revisó la prisión preventiva, se le otorgó una arresto domiciliario y se dispuso la instalación de una tobillera de control que tuvo un informe negativo.
La evaluación del lugar donde el imputado cumplía el arresto domiciliario determinó que se trata de una casa que tiene conexión, a través de dos puertas, con una capilla a la que asiste gente a misa y por ello no lo recomendaban para incluirlo en el programa de seguimiento con dispositivo electrónico.
Las víctimas
Las víctimas son tres internos, dos de ellos con discapacidades más pronunciadas que M.
En la primera audiencia imputativa, Marull acusó a Juan A. de tocamientos hacia estos internados, ya sea dentro o fuera del predio de Don Orione. Además, a M. le mandaba whatsapp con imágenes pornográficas o le mostraba videos con contenido sexual que luego le borraba del móvil. Le ordenaba que no diga nada e incluso le hacía regalos, acusó la fiscal.
A lo que contó M., se le sumaron los dichos de otras personas que trabajaban en el lugar o tenían contacto con las víctimas. Hubo dos testigos oculares de situaciones de tocamiento a la que el religioso le bajó el tono y finalmente M. declaró mediante una Cámara Gesell como anticipo de prueba.
El chico de 20 años logró explayarse y lo que contó fue mucho más grave de lo que había dicho hasta el momento. Al punto que afectó a varios de los funcionarios que presenciaron la medida. Los tocamientos fueron mucho más allá, donde hubo un sometimiento de la víctima en habitaciones, la pileta, en el auto del religioso e incluso en un camino rural de la zona cuando andaban en bicicleta. También contó los gritos y el llanto que escuchaba de otros internos en la habitación del religioso. Agregó que le daba de tomar alcohol cuando estaban en la habitación, a lo que la fiscal agregó que la víctima no puede tomar bebidas alcohólicas por la medicación que toma. También dijo que le tapaba la boca cuando lo sometía para que no gritara.
Cuando el religioso se enojaba le sacaba el celular y le borraba los contactos de sus compañeros. Le mandaba continuamente mensajes: “Me molestaba a cada rato”, dijo. Contó que le regaló una tablet y no lo dejaba salir a pasear con una empleada del hogar. También dijo que pidió autorización para pasar una fiesta de fin de año con su madre, el director le otorgó el permiso, pero el religioso se enojó y no le dio los cuetes que había comprado.
Marull relató algunas partes de los dichos de la víctima a lo que sumó 31 entrevistas que tomó a personas que aportaron datos al caso. Agregó que luego de que M. no tuvo más contacto con el religioso sus médicos le bajaron en un 60 por ciento la medicación que tomaba y está mucho mejor sin la presión que ejercía el religioso, dijo la fiscal.
Lo imputó de nuevos hechos cometidos entre fines de diciembre de 2015 y mayo de 2018 por los delitos de abuso sexual simple, gravemente ultrajante y con acceso carnal por persona encargada de la guarda de la víctima.
El acusado habló. Negó todas las acusaciones. “No es así”, dijo. “Lo de la tablet me la compró a 1.500 pesos y los cuetes quedaron sobre la heladera”, aseguró. Los defensores José Alcacer y Lucas Peirone hicieron lo posible por mejorar la situación procesal de su cliente y mantener la morigeración de la que gozaba pero la jueza María Trinidad Chiabrera entendió que se trata de un delito puertas adentro donde la evidencia es abundante. Existen pluralidad de hechos y la peligrosidad procesal se incrementa por lo que dispuso que cumpla con la medida cautelar en una unidad penitenciaria hasta la audiencia preliminar.
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