Una postal clásica de la previa antes de los comicios, carteles chicos y grandes, pasacalles, murales pintados y afiches; todo vale cuando hay que encontrar un lugar donde instalar el mensaje. Los postulantes de “espalda ancha” se pavonean estáticos por los cielos, y en una evidente muestra de “ju jitsu monetario” expanden su poderío propagandístico en los lugares más visibles caros e inaccesibles para los adversarios de pequeña billetera, éstos últimos saben que “quien no llora no mama” y en un intento por maximizar sus escasos recursos lanzan un grito sordo entre la multitud de gigantes que empapelan los lugares altos, invadiendo con su modesto ejército de pegatinas los lugares menos imaginados sin importarles el riesgo de salir heridos por sus propios disparos. Algunos hasta hacen uso de “tácticas de guerrilla”, tal vez los más avezados o desesperados, intentando sabotear pasacalles “adversarios” o sobrepintando a velocidades fantasmales en lugares ya pintados por otras fuerzas. Es una brutal batalla silenciosa que se lleva a cabo en el insonoro mundo de las imágenes, todas pujan por ganar el territorio más preciado por cualquier candidato: la mente y el corazón del electorado.
De lo que no caben dudas es que la guerra propagandística tiene horarios y parece librarse más cómodamente al amparo de la noche, prueba de ello es el extraño florecimiento primaveral en donde nuevos rostros u otros no tan nuevos surgen ocupando o abandonando territorios aéreos. Las caras de los precandidatos, portadores de sonrisas congeladas en el tiempo, nos acompañan por cada barrio, algunos con mejor definición de imagen, otros algo “desteñidos” nos dan la graciosa sensación de estar viendo un collage para la “señorita de manualidades” al no encajar del todo con la escala cromática en la foto original, varios se ven favorecidos con los avances tecnológicos pudiendo observarse un rejuvenecimiento que hasta podría decirse que tienen la capacidad de remontarnos hacia su adolescencia, después de todo quizás esa sea su intención, llevarnos a tiempos anteriores en donde los recuerdos eran otros, nunca lo sabremos. Pero la pulseada comunicativa no solo es vista, sino también oída, algunos no solo son políticos, sino también alegres difusores de danzas del folclore bailantero mejor estilo “Los Palmeras” y están a hasta los que se animaron a la música electrónica con el fondo de algún tema de David Guetta. Todo suma con el solo objeto de “llevar alegría a la población”, desembolsan generosamente cuantiosas sumas en altavoces móviles que pululan la ciudad formando todo en despliegue carnavalesco de creatividad que seguramente enamoran y seducen al vecino que los escucha “chocho” más de una veintena de veces al día.
Recorrer el centro de la ciudad sin quedarse detenido algunos segundos tratando de dilucidar quienes son algunos de los precandidatos que aparecen en los tremendos carteles que pueden verse por ejemplo en la esquina de la ex Shell, en la intersección de Hipólito Yrigoyen y 1º de Mayo o en los cruces de los pasos a nivel es casi de rutina. Algunos ni sabíamos que sonreían o que participaban en política y otros están prácticamente irreconocibles mostrando sus nuevas “caras de buenos vecinos”. Es más, hasta la tecnología led llegó a Arroyo Seco con una pantalla que es inevitable que distraiga a los que circulan por San Martín y Libertad; y en la cual todos quieren aparecer porque “es lo que está de moda”. Como sabemos están los políticos conocidos y aquellos que llevan adelante una campaña austera, sin fotos y solo con las gastadas frases que anticipan que “son el cambio y la renovación”. Sin olvidarnos de algunos que ya esbozan sonrisas al mejor estilo “guasón” que en lugar de agradar ya prácticamente causan impresión y se te pone la piel de gallina al verlos personalmente.
El folklore de campaña esta vez se paso de rosca, la contaminación visual y la extrema necesidad de llegar al vecino sea cual sea el medio ya sobrepasó los límites. Esto recién arranca teniendo en cuenta que es la primera definición electoral del año, pero al menos la tranquilidad nos invade al pensar que ya restan tan solo algunas horas más para que comience la veda política y así no tener que padecer las tristes promesas de campañas de algunos, los discursos extensísimos o las expresiones armadas que oímos en cada período electoral.