Su nombre es Mariah. A pesar de que apenas roza los 6 años, ya pasó más horas en la peluquería que en la escuela. Extensiones, uñas esculpidas y sesiones de bronceado son sólo parte de una rutina estética impuesta por su madre. El objetivo: ganar un concurso. ¿Sueño de la nena o frustración de los padres? La polémica por los límites está abierta.
Su mirada es celeste. Transparente. Rara. Mezcla de cansancio, impuesta sensualidad y tristeza. Su nombre es Mariah y, a pesar de que apenas roza los seis años, ya pasó más horas en la peluquería que en la escuela.
No es una nena común, eso es evidente. Lejos del mundo infantil de juegos, plazas, diversión e inocencia, ella toma clases de modelaje (desde los 3) y le agrega extensiones a un pelo cuyo rubio es dudoso. Habitué de salones de belleza, su piel ganó un tono dorado gracias a sesiones de bronceado, sus pestañas son postizas y sus uñas esculpidas llaman la atención por lo perfectas. Y todo esto para destacarse en un concurso. ¿Su sueño? ¿O el sueño de quién?
Madre hay una sola
Angela, la mamá de Mariah, más que una madre parece una inversora profesional. Apostó mucho por su hija. De hecho, dispuesta a que brille y sobresalga entre la maraña de pequeñas princesas, ya lleva gastados 47.000 dólares en tratamientos estéticos.
En busca de la imagen perfecta para ella parece no haber límites. Según declaró al diario británico The Mirror, “estar en el escenario ha hecho maravillas con la confianza de Mariah, pero es en la pasada de trajes de baño donde realmente se destaca”. Fascinada con los resultados que logró con su hija, admitió: “Los jueces no pueden quitar los ojos de ella mientras desfila en el escenario con su bikini y se mueve un poco sexy. Ella hace que me sienta muy orgullosa”.
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