Seguinos en Facebook Instagram Twitter
cielo claro cielo claro 19°C

Su familia la mandó a secuestrar y torturar por ser lesbiana

Una joven ecuatoriana vivió un verdadero infierno cuando les contó a sus padres su gusto por las mujeres: su familia la mandó a secuestrar y torturar por su condición sexual. Esta es la historia de Zulema y el cinematográfico rescate que planearon su pareja y amigas.

Imagen de Su familia la mandó a secuestrar y torturar por ser lesbiana

Cuando, a fines de marzo, Zulema decidió contarles a sus padres que es lesbiana, su vida se transformó en un infierno. Convencidos de que la homosexualidad es “una enfermedad”, la llevaron a una psicóloga, que les dijo que estaban equivocados y debían aceptarla como es. La propia Zulema (una estudiante ecuatoriana de 22 años que cursa el último año de psicología clínica en la Universidad Católica) trató de explicarles, pero no hubo caso. “Ando en la etapa dura donde tus papás te llevan al psicólogo y donde un guía espiritual te va a curar el gusto por las mujeres”, escribió la joven en twitter. Y, unos días después: “Una maleta y yo, lo único que necesito. A pecho las balas. Mis padres me han declarado la guerra, creen que quitándome todo dejaré de ser lesbiana. Me dijeron que si no aceptaba las reglas me tenía que ir de casa como estaba y entregar las llaves de mi carro. Y así fue”.

Zulema decidió irse a vivir con Cynthia, su novia, de 21 años, cuyos padres le dieron la aceptación que no había encontrado en su propia familia.

Pero el mismo día que se fue, comenzó a recibir llamadas de su madre y su padre, que la amenazaban. “Tendré que tuitear de mi vida personal, porque será la única prueba de lo que me está pasando y de lo que me pudiera pasar”, escribió Zulema cuando llevaba dos días fuera de casa, y relató que papá la había amenazado con hacerla echar de su trabajo, encerrarla o hacerla desaparecer, y hasta matar a su novia. “Y, lamentablemente, puede hacer todo eso, porque tiene poder económico y político y es amigo del presidente de Ecuador”.

—Yo no parí una lesbiana —le dijo mamá por teléfono—. Parí una señorita a la que le gustan los hombres. No me desafíes, Zulema, que yo soy tu madre y estoy actuando como Dios. La situación se ponía cada vez más tensa y ella decidió grabarla.

Asustadas, el 30 de marzo, las chicas fueron a la fiscalía a hacer la denuncia por amenazas y presentaron la grabación. Dos días después, Zulema dijo en twitter que había habido una “negociación” y las amenazas “por ahora” habían parado. Igualmente, el 9 de abril, el fiscal Richard Gaibor ordenó que se abriera una investigación.

El 17 de mayo —ironías de la vida: es el día internacional de la lucha contra la homofobia—, Zulema recibió un llamado de su padre, Guillermo, que la invitaba a almorzar, “para arreglar las cosas”. Le dijo que era “en son de paz”, que quería “limar las asperezas”. Y ella pensó que, por fin, todo volvería a ser como antes. Estaba feliz. Pero, como sospechaba su novia, era una trampa. “Por favor no vayas sola”, le había dicho Titi —así llama Zulema a su chica—, pero ella no le hizo caso. Confiaba en su papá.

Su último tuit decía: “Apesar de los problemas, familia es familia”.

Cuando salió del trabajo, su padre la pasó a buscar con el auto. Pero, a mitad de camino, frenó abruptamente y un grupo de hombres la bajaron por la fuerza, arrancándole parte de la ropa durante el forcejeo, mientras papá observaba todo. La esposaron y la metieron en otro auto para llevarla al Centro de Recuperación Femenina para Adolescentes “La Esperanza”, un centro de tortura física y psicológica para jóvenes homosexuales ubicado en la ciudad de Tena, en la región centro-norte de Ecuador, donde estuvo secuestrada durante tres semanas con la complicidad de su propia familia.

Fueron siete horas de viaje y veintiún días de tortura.

La recibieron en una especie de capilla. Allí, un grupo de mujeres uniformadas le advirtió que las reglas del lugar eran claras: está prohibido fugarse, robar y ser lesbiana. Le asignaron una vigilante, Paulina, de 34 años, adicta a las pastillas, y una compañera de cuarto, Miriam, de 14 años, internada por adicción al alcohol y las drogas. Como este tipo de centros están prohibidos por la ley en Ecuador, funcionan bajo la fachada de clínicas de rehabilitación para adicciones, manejadas por la mafia evangélica fundamentalista. En agosto de 2011, el Ministerio de Salud y la Defensoría del Pueblo del Ecuador cerraron 30 clínicas de “deshomosexualización” que estaban habilitados de esa forma, burlando la ley. La novela “Un lugar seguro contigo”, del escritor ecuatoriano César Luis Baquerizo, cuenta cómo son. Hablaremos de ella en otro post.

En “La Esperanza”, había en total nueve internas, cinco de ellas menores de edad.

A Zulema la ficharon como alcohólica y drogadicta y la obligaban a seguir el tratamiento como si realmente lo fuera. “Yo no soy adicta a nada”, decía ella, y le respondían que el lesbianismo es “una aberración” y que, en su caso, era consecuencia de su adicción al alcohol y las drogas. Le daban de comer papas con gusanos, le hablaban hasta el cansancio de la Biblia, le decían que “Dios nos hizo hombre y mujer”, le aseguraban que la tendrían allí por “entre seis meses y un año” y no la dejaban ir al baño más que por unos pocos segundos, siempre con la puerta abierta y observándola.

Zulema no aparecía y su novia estaba desesperada. No sabía qué hacer. “Quiero que todo esto sólo sea una pesadilla”, tuiteó Cynthia un día después del secuestro. Y el 22 de mayo: “Daría todo por verte sonreír, por saber que estás bien”.

“Era un poco después del mediodía y yo estaba trabajando en mi computadora con el relajamiento anticipado de quien sabe que le esperan tres días de feriado. De repente, me llegó un mensaje directo por twitter. Juan Pablo Argüello me decía que la novia de una muy querida amiga había desaparecido hace casi una semana sin dejar rastro. Se sospechaba que la familia la había ingresado contra su voluntad en una clínica, pues hacía pocos meses ella les había contado que era lesbiana y desde ese momento su vida se había convertido en una pesadilla en su casa. Le di a Juan Pablo mi celular para que la novia de la chica desaparecida se pusiera inmediatamente en contacto conmigo. Poco después recibí otro mensaje de Argüello, decía que su amiga estaba aterrada. Había sido amenazada por la familia de su novia, sospechaba que su teléfono estaba intervenido. No podía comunicarse conmigo. No ahora”, relató en Gkillcity.com la abogada ecuatoriana Silvia Buendía, que decidió tomar el caso. Era jueves, 23 de mayo.

Buendía también recibió mensajes por twitter de compañeras de la facultad de Zulema, que estaban asustadas por su desaparición. Habían ido a su casa y el padre les dijo que la chica estaba de viaje en Costa Rica y que no asistiría a clases durante ese semestre.

—Pero no se va a poder graduar… —le dijeron.

—Eso a ella no le importa —respondió el hombre, seco, y ellas no le creyeron. Zulema era una excelente alumna y estaba empeñada en terminar la carrera este año. No podía ser verdad.

El miércoles 5 de junio, Buendía conoció finalmente a Cinthya Rodríguez en la Defensoría del Pueblo de Guayaquil. “Es una muchachita delgada, mejillas rosadas, ojos inmensos oscuros, tristes; pelo larguísimo abundante, castaño claro, como el de las princesas de los cuentos que lee mi hija. Nos dijo que estaba decidida a luchar para encontrar a su novia, que ya no tenía más miedo, que Zulema era su vida y no pararía hasta rescatarla”, relata la abogada. Junto a su colega Marcos Pacheco, de la Defensoría del Pueblo, Lía Burbano, de la ONG Mujer y Mujer, y la activista Verónica Potes, diseñaron la estrategia legal para liberar a Zulema Constante. Además de hacer la denuncia en la fiscalía (al principio, no se la querían recibir) y en la Defensoría, harían público el caso a través de las redes sociales y los medios de comunicación. El hashtag #Zulema fue trending topic en twitter.

La familia, mientras tanto, desmentía todo. Decían que la denuncia era un invento, que Zulema estaba lo más bien y que era todo una mentira de quienes querían dañarlos. Billy Constante, uno de sus hermanos, se comunicó con la policía y hasta con la gobernadora para decir que Zulema no estaba desaparecida. Pero un amigo de Billy denunció que este le había confesado que su hermana estaba internada en una clínica “por lesbiana”. También llegaron otras denuncias y versiones contradictorias: que la habían sacado del país, que estaba en casa sedada, que estaba en otra provincia.

La repercusión pública del caso asustó a la familia y provocó la intervención del gobierno. Según cuenta Buendía, la gobernadora de Guayas, Viviana Bonilla, llamó al papá de la joven para presionarlo: quería saber la verdad. Los padres llamaron a Zulema al centro donde la tenían secuestrada y le dijeron que la liberarían, pero tenía que decir que había estado en un retiro espiritual por propia voluntad. El director del centro la subió a un taxi en medio de la noche y ella, desconfiada de lo que pudiera pasar, convenció al taxista de que le prestara su celular y llamó a su novia para contarle todo y pedirle ayuda.

Avisadas por Cynthia, Buendía, Potes y Lía diseñaron un plan para rescatarla. Hubo un momento de pánico, cuando cerca de las 7:30 de la mañana, el celular de Zulema se quedó sin batería y perdieron contacto, pero al final salió todo bien. La chica le pidió al taxista que parara en el camino, con la excusa de ir al baño, y allí se pasó al auto de Lía, que la estaba esperando, y se escaparon. Las autoridades ya estaban avisadas e interviniendo (Verónica Potes se comunicó, a través de un asesor, con el ministro del Interior, José Serrano, para que les garantizara protección) y Zulema recuperó finalmente su libertad. Fueron directo a la Defensoría del Pueblo de Guayaquil, donde hicieron pública la denuncia.

“Soy Zulema y estoy libre desde ayer”, tuiteó la joven el 7 de junio, luego de reencontrarse con Titi. “Lo primero que hacen en estos centros es tratar de bajarte la autoestima, con muchos insultos, tratos denigrantes, que tú no vales nada, que haces sufrir a tu familia. Te hacen limpiar los baños con la mano, la comida que te sirven está infestada de gusanos”, contó luego en una entrevista en televisión. Ahora, junto con quienes la rescataron, denuncia en donde puede todo lo que le pasó, para que no les pase a otros.

“Estamos aprovechando la repercusión de este caso para que se cierren todos estos centros de tortura. No es el primer caso. Esto se tiene que terminar, no puede pasar nunca más”, le dijo la abogada Silvia Buendía a Tod@s.

—¿Se abrió alguna investigación penal en la justicia contra los padres y los administradores del centro donde estuvo secuestrada?

—Yo inicié la denuncia con Titi el 5 de junio por la desaparición de Zulema —explica la abogada—. Pero la figura cambió cuando la rescatamos y Zulema tuvo que dar una nueva versión ante la fiscalía. Hoy la Fiscalía General de la Nación declaró este caso de conmoción nacional y decidió que quien lo sustanciaría sería un fiscal especial de Quito. Así que esta es la tercera sustanciación y tercer proceso.

—¿Y los padres?

—Zulema no desea presentar acusación particular contra sus padres y hermanos, pero tamibén les caerá la mano de la ley, esto es inevitable y ella lo sabe. Por otro lado, las amenazas nos tienen muy preocupadas. La “clínica” pertenece a una mafia muy peligrosa. Esto es una pesadilla para las chicas, solo su amor, que es inmenso y consistente, las ha podido mantener enteras.

Fuente: Notiexpress

Noticias Relacionadas

Comentar

Archivo de Noticias