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Raptan e intentan abusar a una joven de 13 años

Una adolescente fue capturada en la calle por dos sujetos que la tuvieron en su poder alrededor de tres horas, la amordazaron y golpearon pero no pudieron abusar de ella. Finalmente la joven golpeó a uno de ellos con un palo y logró huir. La habían llevado a un cañaveral ubicado detrás de barrio Luzuriaga, en el camino que va a Theobald.

Raptan e intentan abusar a una joven de 13 años

Raptan e intentan abusar a una joven de 13 años

Una joven de 13 años de edad de barrio Luzuriaga fue secuestrada el viernes por la tarde por dos sujetos que la tuvieron en su poder alrededor de tres horas hasta que pudo huir y reencontrarse con su madre, quien junto a un grupo de familiares y vecinos la buscaban desesperadamente. Mientras estuvo en manos de sus captores la víctima fue amordazada y maltratada pero no llegó a ser abusada sexualmente aunque esa habría sido la intención de los individuos. Estos la llevaron hacia un cañaveral que bordea el camino de tierra que se extiende desde calle Silvestre Begnis, en Galotto, hasta Theobald y que pasa a unos 500 metros de los fondos de barrio Luzuriaga del que lo separa un amplio descampado.

La víctima, Antonella P., estudia en la Escuela Técnica Nº 669, es delgada, menuda y parece menor incluso a su edad. El viernes, alrededor de las 17.30, “iba caminando a la casa de una compañera, por Cochero y Mena (a dos cuadras y media de su casa). Vi que venía un auto azul y me corrí para la orilla”, relató a Grupo Del Sur. Cabe destacar que Luzuriaga es un barrio humilde, familiar, de escasas veredas en condiciones de ser transitadas y es común que los vecinos caminen por sus calles de tierra. Cuando el auto se puso a la par de Antonella “se bajó el que conducía y me agarró, y el otro estaba esperando atrás, me subieron y me agacharon la cabeza y después me llevaron para el campo y me tiraron en las cañas”, contó con detalle la joven.

Ya en el cañaveral uno de los sujetos “fue a dar la vuelta con el auto (para ocultarlo) y el otro se quedó conmigo. Me tenían ahí y me preguntaban si mi papá trabajaba, si tenía plata, dónde vivía. Después querían que tome un líquido, no sé qué era y querían que me sacara la ropa”, siguió contando Antonella. Al parecer pese a lo apartado del lugar había bastante movimiento de personas en las cercanías y los malvivientes no se atrevían a concretar sus intenciones “como pasaba gente me sacaron los cordones de las zapatillas y me ataron la boca (tipo mordaza) y después me ataron los auriculares (del celular) al cuello y cuando llamaba mi hermana me decía que le dijera que estaba bien sino me ahorcaban con los auriculares”.

Manoseos y golpes

Antonella describió a sus atacantes como personas jóvenes, de entre 20 y 30 años de edad, “eran altos, uno tenía una (barba) chivita, al otro no lo vi bien”, ambos morochos, de pelo corto”. Los salvajes insistían “con que me saque la ropa, llegaron a sacarme la campera y me empezaron a tocar por encima de la ropa, yo me negaba a todo, a muerte me negaba a que me sacaran la ropa. Después empezaron a hablar que me iban a llevar a 9 de Julio de San Nicolás y hablaban de una casilla. Después me pegaron con un aerosol en la cabeza y me dejaron un chichón (en la frente) y fue ahí donde le pegué (a uno de ellos) con un palo y pude salir”. Cuando esto ocurrió ya había un constante movimiento de familiares que buscaban a Antonella e incluso ella escuchaba como la llamaban a viva voz.

Huida

“A lo último casi no podía respirar porque tenía los auriculares en el cuello; me sacaron las zapatillas y la campera”, fue entonces que “le pegué con el palo, y a lo primero no podía salir porque se me había enredado el pelo en las cañas. Cuando salí de ahí me caí en la calle porque no me daban más la piernas y gritaba: -Mami ayudame, mami ayudame. Después se me puso la lengua dura y no podía ni hablar”, detalló Antonella. Todo esto ocurría mientras huía por un sendero que une el cañaveral con calle Cochero en cuya desembocadura encontró a su madre, Verónica. Para ese momento ya habían transcurrido tres horas de su captura. Descalza, desesperada y presa de un estado de shock no podía explicar qué le había sucedido y no dejaba de llorar aferrada a su madre. La pesadilla había terminado.

Acto seguido Verónica junto a su hija concurrieron a la Comisaría 13ª de barrio Domingo Troilo donde asentaron la correspondiente denuncia. De allí la joven fue remitida al Hospital Samco, donde comprobaron que su estado de salud era bueno, en tanto las actuaciones policiales se derivaron al Centro de Orientación a la Víctima de Violencia Sexual y Familiar de la UR VI. La causa fue caratulada como “Abuso sexual sin acceso carnal”. Con respecto a los malvivientes, estos lograron huir amparados en la confusión.

“No podía reaccionar”

Cuando Verónica advirtió la desaparición de su hija alertó a vecinos y familiares para que ayudaran en su búsqueda. Conformaron grupos que buscaron en principio por los barrios vecinos. “No la encontrábamos, era una desesperación, no sabíamos dónde empezar a buscar”, contó. “Y me metí para el lado del campo porque ya no sabía dónde buscar, me metí ciega. Gritaba el nombre de ella y le mandaba mensajes diciéndole que se quedara tranquila que la estábamos buscando”. Luego se enteró por el relato de su hija que esta escuchaba sus gritos “pero la tenían atada en las cañas y le decían que se callara o la ahorcaban”, recordó con la voz quebrada. Angustiada y desesperada por no hallar a su hija había recomenzado la búsqueda en el barrio cuando “la vi que venía gritando, descalza, toda despeinada, sin la campera, gritando que se la habían llevado, que estaba en las cañas, que me escuchaba pero que no podía hacer nada”. El momento del encuentro fue muy fuerte indicó Verónica. “Yo no reaccionaba, la miraba y la miraba, pero no reaccionaba, no la reconocía ni ella a mí. La miraba y no podía reaccionar, siempre estas cosas las miré por televisión, nunca pensé que me podía pasar a mí y menos acá en el barrio”.

Fuente: Diario El Sur

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